Tuesday, July 5, 2016

Atahualpa by Juan Morilla Romero, B. A. A Thesis - Part IV

A Well written "Thesis on Atahualpa" by Juan Morilla, MA Congratulations!

In Spanish (Una buena Tesis sobre Atahualpa por Juan Morilla. Felicitaciones. En Español. Permiso del autor para publicarla en su sitio en la web)

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 141 de los españoles. Esa experiencia en primera persona fue determinante en el enfoque que terminaron teniendo sus poemas: (L)ike any poet or writer, of historical fiction, or non-fiction, you fill in the gaps: you put yourself in their place, and ask yourself what would you do, and you become imaginative, creative, and use details, description, and of course the background of each person you are using, and the times. No hay Atahualpa ajedrecista sin Hernando de Soto Al margen de magnificar la imagen del Atahualpa ajedrecista, Palma también pone en la primera plana la figura de Hernando de Soto, al que ya Antonio de Herrera cataloga como uno de los españoles “que más agradaban á Atahuallpa” (qtd. in Holm 96). Palma, basándose en este primer testimonio, no sólo le da a este conquistador un gran protagonismo en “Los incas ajedrecistas,” sino que además anteriormente le dedica por entero otra tradición en la que, como no podía ser de otra forma, el ajedrez también es el gran nexo de unión entre Soto y Atahualpa: Soto fue el primer español que habló con Atahualpa, en su carácter de embajador, mandado por don Francisco al campamento del Inca, y logró que éste aceptase la invitación de pasar a Cajamarca. Atahualpa, en su prisión, tomó gran cariño por Hernando de Soto, en el cual vió siempre un defensor. Hernando de Soto era verdaderamente caballero, y tal vez el único corazón noble entre los ciento setenta españoles que apresaron al hijo del Sol. Aun es fama que este conquistador pasaba horas acompañando en su prisión al desventurado monarca y enseñándole a jugar al ajedrez. El discípulo llegó a aventajar al maestro. (R. Palma, and E. Palma 10-11) Este extracto demuestra que, antes de escribir “Los incas ajedrecistas,” Palma era conocedor de la buena sintonía que presuntamente existió entre Soto y Atahualpa. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 142 Pese a que en esta tradición ya deja constancia del papel que en su opinión tuvo el ajedrez en la consolidación de la relación que ambos mantenían, el escritor, cuando se aproximaba al ocaso de su carrera literaria y sentía la presión externa de dar forma a un relato con claras connotaciones nacionalistas, quiso volver sobre este tema. Si bien los protagonistas y el nexo de unión son los mismos, el enfoque cambia considerablemente entre un texto y otro. Mientras que en la primera tradición el ajedrez es prácticamente una anécdota sin mayor importancia en la estrecha unión formada entre Atahualpa y Soto, en la segunda este juego es, ni más ni menos, el motivo que pudo desencadenar la condena a muerte del rey inca. Entraigües y García también hacen mucho énfasis en el cortometraje Atahualpa sobre la estrecha relación que supuestamente vinculó a Atahualpa y Pizarro, hasta el punto de que plantean una clara confrontación entre este conquistador y el Padre Vicente Valverde, el máximo representante de la Iglesia cristiana en la expedición liderada por Pizarro en el Perú. Mientras que Soto es retratado como el maestro de ajedrez y el mejor informante que tiene Atahualpa, Valverde es caracterizado como la sombra de Pizarro, ante quien denuncia insistentemente el rechazo que Atahualpa hace de la doctrina cristiana que él, fallidamente, intenta inculcarle. En un momento previo a la partida en torno a la cual gira la trama del cortometraje, ambos mantienen un tenso diálogo que refleja con claridad las posturas adjudicadas a uno y otro: Soto: Habéis permitido que este soberano pierda su trato de favor. Apenas dejáis pasar a sus caciques. Sus mujeres casi no pueden visitarle. Sus sacerdotes pasan horas al sol para poder hablar con su señor. … Claro que intentará escaparse si lo mantenéis como una rata. Seguro que Valverde os habrá hablado de la fuga de hoy, mañana y pasado. Una fuga cada día. Su lengua miente incluso cuando calla. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 143 Valverde: Este soberano tiene costumbres paganas: practica la poligamia y ha querido matarnos con sus guerreros. Ya os encargáis vos, Capitán de Soto, de alejarle muy bien de las sagradas escrituras y del gobierno de su majestad. Vuestra amistad con el inca le ha llevado a perder el tiempo con ese juego impío que trajeron los musulmanes. Soto: El ajedrez, por si no lo sabes, es un noble juego de guerra que vuestra vacía mollera nunca comprenderá. La novela El espía del Inca (2012), del peruano Rafael Dumett, también saca mucho partido de la complicidad existente entre Soto y Atahualpa. La historia recrea los movimientos que los incas, capitaneados por Cusi Yupanki, llevan a cabo con extremo disimulo para tratar de liberar a su emperador, quien, sin embargo, deposita en el ajedrez todas sus esperanzas para acabar con su encarcelamiento. Uno de los detalles que más llaman la atención de esta narración es la manera en la que la voz narrativa indígena se refiere al ajedrez. En lugar de utilizar el término español, emplea la expresión el juego de los Incas hermanos, lo que demuestra una doble intencionalidad por parte del autor: en primer lugar, enfatiza que el ajedrez era un juego nuevo para los incas; y en segundo lugar, lo presenta como un elemento mediador que contribuye al establecimiento de un clima de cordialidad y entendimiento entre los conquistadores y Atahualpa y su séquito. Atahualpa, como no podía ser de otra forma, pasa de ser mero espectador de las partidas que disputan los españoles a jugar por sí mismo. Todo ello gracias a la intervención de Soto, al que el narrador inca llama Barbudo Amable. Con esta denominación, se resalta la simpatía que tanto Atahualpa como los incas de su entorno sienten hacia Soto –también llamado Sutu-, porque tiene un comportamiento Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 144 especialmente afectuoso hacia el emperador indígena. Soto derrota una y otra vez a Atahualpa, quien se obsesiona tanto con el ajedrez que desatiende todo lo que se está cociendo fuera de su prisión y los esfuerzos que sus hombres, como Salango, que es el que habla a continuación, están haciendo para rescatarlo: - El Señor Cusi Yupanqui piensa que ese tiempo está pasando frente a tus narices sin que te des cuenta. Pone su cuello entre tus manos si se equivoca -Ante el silencio expectante del Inca, prosigue-. Tu hermano Huáscar ha sido visto en Tarapaco, cerca de Andamarca, por los dos extranjeros que el Barbudo Viejo envió al Cuzco para sacar el oro del Coricancha. El inepto se las arregló para burlar la vigilancia de sus guardias y hacer una oferta nueva a los barbudos. Después de mofarse del precio que ofreciste por tu vida y tu libertad, prometió llenar de oro y de plata la plaza de Aucaypata si lo dejaban libre y te entregaban en su poder. Los extranjeros desconfiaron, declinaron el ofrecimiento y siguieron su camino, pero enviaron mensajeros a repetirle la propuesta a sus Señores, a Apu Machu Dunfran Ciscu -la voz de Salango se vuelve una soga jalada de sus dos extremos:- Hijo Predilecto del Que Todo lo Ilumina, los mensajeros deben estar a punto de llegar a Cajamarca en cualquier momento, si no lo han hecho ya. Quizá aún no hayas recibido de Tu Padre el anuncio del momento más propicio para la entrada de mi Señor Cusi Yupanqui a Cajamarca para liberarte. Pero dispón ahora mismo con respecto a tu hermano. El Señor Cusi Yupanqui es acechado ferozmente y sin descanso por tus enemigos, que quieren ver a Huáscar libre y a ti muerto y borrado de los quipus. Alíviale la tarea y aleja al peligro de ti. Atahualpa se vuelve al Recogedor. Los ojos del Inca son dos estanques opacos que se fijan largamente sobre él para luego posarse y reflejarse en la superficie de cuadrados pintados, en las estatuillas. - Dile a Sutu que estoy listo. (6272-6282) Precisamente, esa nueva partida que disputan Atahualpa y Soto será la primera que acabe con victoria del inca y la última que enfrente a ambos. Llega un momento en que la situación se tensa especialmente en la prisión y la preocupación se apodera de Atahualpa de tal manera que ya no encuentra motivos para seguir jugando con Soto al Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 145 ajedrez, el juego de los incas hermanos. El vínculo de unión que había consolidado el ajedrez se ha roto y Atahualpa se cree invulnerable ante los españoles por el hecho de haber vencido en la última partida: -¡Único Inca! -dice Challco Chima con desesperación-. ¡No importa si la tienen o no! ¡Yo he visto la mirada del barbudo y sé que, si no intervienes, va a pasarme por el fuego! ¡Por la momia viva de tu ancestro el Inca Pachacutec, dile que se detenga, que te consta que hablo con la verdad! ¡Te lo pide el guerrero al que debes la borla sagrada que llevas en la frente! Pulseo de miradas entre Atahualpa y Sutu. -No te hará nada -murmura el Inca, sonriendo-. No puede. Se rindió ante Mí en el último juego de los Incas hermanos que jugamos. -¡¿…?! -Es un juego barbudo donde el vencedor adquiere poder sobre la pepa del vencido. Él se rindió antes de que lo derrotara. Tú eres un general de mi ejército victorioso, así que no puede tocarte. (10668-10678) Cuando se precipitan los acontecimientos y se acerca el fin de Atahualpa, éste sigue agarrándose a la vigencia que, en su opinión, tiene esa última partida que venció a Soto: -No pueden matarme -dice-. Yo respeté las reglas del buen vencido. Yo entregué el oro y la plata que me pidió. Yo derroté a Sutu en el juego de los Incas hermanos. -El Señor Sutu está en Huamachuco, dizque buscando a tus ejércitos. En verdad Apu Machu lo mandó allá para deshacerse de él, pues Sutu es de los que más insistía en mandarte a tierras barbudas. En cuanto al oro que les entregaste, ni una lágrima pasará a manos de Almagru y los que vinieron con él. (11718) En opinión de F. Blanco Castilla, “ningún conquistador español fue tan injustamente olvidado por la historiografía hispánica” como Soto, quien, pese a ser el Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 146 que “más batallas libró en el Nuevo Mundo y el que más tribus sojuzgó,” careció de “secretarios o capellanes que pregonaran sus hazañas americanas” como sí hicieron los de Cortés y Pizarro (7-8). Antes de ser uno de los capitanes con más nombre en la conquista del Perú, Soto había comandado brillantes campañas en Panamá y Nicaragua, y posteriormente, después de un efímero regreso a España y de convertirse en gobernador de Cuba, lideró una no menos exitosa expedición por el sureste de Estados Unidos que, entre otros motivos, pasó a los anales de la historia por ser la primera en la que un grupo de europeos navegaba y exploraba el río Mississippi. Precisamente, de este hecho sin demasiada relación con lo que ocurrió en el Perú es de donde viene la mención que Jorge Luis Borges hace de Atahualpa y el ajedrez en su relato “El atroz redentor Lazarus Morell,” que forma parte de su libro Historia universal de la infamia. Al inicio de esta narración, justo cuando localiza la acción de este personaje en las aguas del Mississippi, el escritor argentino hace un inciso entre paréntesis que, a efectos prácticos, no tiene ninguna relevancia en el devenir de su historia pero que, sin embargo, tampoco desentona completamente en la misma. De hecho, en el primer párrafo apunta que “la culpable y magnífica existencia” de su protagonista se debe a la propuesta de Bartolomé de las Casas al emperador Carlos I de que fueran negros traídos desde África, y no los indígenas locales, los que realizaran los extenuantes trabajos que requerían los conquistadores españoles en las minas americanas: El Padre de las Aguas, el Mississippi, el río más extenso del mundo, fue el digno teatro de ese incomparable canalla. (Álvarez de Pineda lo descubrió y su primer explorador fue el capitán Hernando de Soto, antiguo conquistador del Perú, que distrajo los meses de prisión del Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 147 Inca Atahualpa enseñándole el juego del ajedrez. Murió y le dieron por sepultura sus aguas). (18) Esta simbólica referencia que Borges incluye en su relato no debe extrañar a los buenos conocedores de la obra de este autor, ya que en varios de sus trabajos, como “Pierre Menard, autor del Quijote,” “Examen de la obra de Herbert Quain” y “El milagro secreto,” hizo diversos guiños al ajedrez, juego sobre el que profesaba una auténtica devoción83 y en el que, además, se basó para componer dos de sus sonetos metafísicos más celebres: “Dios mueve al jugador y éste, la pieza. / ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza / De polvo y tiempo y sueño y agonías?” (Antología poética 26). Como se ha visto, Borges no profundiza lo más mínimo en la familiaridad entre Atahualpa y el ajedrez, aunque el simple hecho de que la haya mencionado, incluso haciéndolo a modo de curiosidad, contribuye significativamente a la popularización de la imagen del Atahualpa ajedrecista, pues no hay duda de que el escritor argentino fue uno de las figuras más señaladas e influyentes de la literatura en español del siglo XX. Otro de los nombres propios de las letras hispánicas durante la pasada centuria, el cubano José Lezama Lima, también tuvo interés en la figura de Soto. Dicha querencia no es de extrañar ya que la biografía de este conquistador está estrechamente ligada a la isla de Cuba. Tras conocer el informe elaborado por Álvar Núñez Cabeza de Baca sobre lo que este descubridor (supuestamente) había encontrado navegando en dirección norte desde el Caribe, Soto partió hacia Florida con la esperanza de hallar una tierra tan rica 83 En el prólogo de El oro de los tigres (1972), el propio Borges reconoce que fue su padre quien le inculcó la pasión que sentía por el ajedrez: “Mi lector notará en algunas páginas la preocupación filosófica. Fue mía desde niño, cuando mi padre me reveló, con ayuda del tablero de ajedrez (que era, lo recuerdo, de cedro) la carrera de Aquiles y la tortuga” (6). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 148 como la que conoció de primera mano en el Perú. Cuando emprende tan ambicioso y a la postre exitoso proyecto, Soto es la máxima figura política en Cuba. Atahualpa jugaba al ajedrez con Hernando de Soto, mientras lo distraía, la muerte iba creciendo, pero Atahualpa tuvo tiempo de indicarle el agua mágica, habladora, que aprieta de nuevo los cabellos en el agua nocturna. ¿Perdió la partida? ¿La ganó al morir Hernando de Soto? (Obras completas 1102) Estos versos corresponden a la sexta aria de “Telón lento para arias breves,” que no fue publicada mientras el poeta cubano vivió. Sin embargo, el propio Lezama Lima se refirió a la especial vinculación que unía a Atahualpa y Soto en otro texto suyo que va en consonancia con su poema y, por tanto, ayuda a interpretarlo: Lo precisamos jugando al ajedrez, para distraer al inca Atahualpa de su demorada prisión. Entre los dos intercambian secretos, la infinitud cerrada del ajedrez es aportada por D. Hernando de Soto, la lejanía, la fabulación, el agua de vida eterna, por el emperador de los Incas. En ausencia de Hernando de Soto, es ejecutado Atahualpa, comprende aquel que el hechizo ha sido roto y que tiene que buscar los secretos y los prodigios que le fueron encomendados, y decide embarcar para Santiago de Cuba. (Antología de la poesía cubana 6-7) Lezama Lima revive la convivencia entre Soto y Atahualpa como el momento en el que dos culturas y, por tanto, dos maneras diferentes de concebir la vida, se alimentan mutuamente. Soto, gracias primero a Herrera y después a Palma, goza con el beneplácito de ser considerado un conquistador diferente en tanto en cuanto fue el hombre de confianza que Atahualpa encontró entre los españoles durante su cautiverio. A lo largo del mismo, Lezama Lima vislumbra un rico intercambio que marcará el devenir de Soto. Mientras que el conquistador enseña a Atahualpa los misterios del Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 149 juego del ajedrez, en cuya “finitud cerrada” se sintetiza la mentalidad de las sociedades europeas, el emperador inca lo deslumbra con la manera indígena de entender la realidad y la existencia; un “hechizo” que, una vez muerto Atahualpa, intentará encontrar en otros territorios aún no desvirtuados por los conquistadores. La versión de Palma conquista la Prensa y la red El Atahualpa ajedrecista que construye Palma, con esa muerte en gran medida determinada por su humillante superioridad sobre los españoles en el ajedrez, ha sobrepasado cualquier frontera. No sólo ha sido el punto de partida de posteriores obras literarias sino que, además, y por sorprendente que pueda parecer, ha rebasado los límites de la ficción para llegar también hasta la Prensa escrita, altavoz de extraordinario alcance y, sobre todo, inigualable escaparate en tanto en cuanto otorga un sello de autenticidad a todo lo que aparece publicado en las páginas impresas. El periódico ABC, una de las cabeceras de referencia en España, publicaba el 19 de julio de 2014 un artículo con este título: “El infortunio del último emperador inca, que murió por su dominio del ajedrez.” En el cuerpo del texto se refleja que la fuente de información de la que ha bebido el periodista que escribe la información es el libro Túpac Amaru de Ramón J. Sénder, que, como se ha demostrado previamente, a su vez reproduce el contenido de “Los incas ajedrecistas.” Curiosamente, este artículo concluye con la afirmación de que Pizarro “rompió a llorar por tener que ejecutar a aquel hombre, que había llegado a ser su amigo,” idea que no reflejan ni Palma ni aquellos literatos que versionan su texto pero que, en cambio, sí dejó para la posteridad Pedro Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 150 Pizarro: “Yo vide llorar al marqués de pesar por no podelle dar la vida” (Biblioteca de Autores Españoles 168:185). No menos llamativo es el artículo que apareció en la sección de Actualidad del periódico El Universo de Guayaquil el 8 de octubre de 1992, año en el que se cumplía el quinientos aniversario del descubrimiento de América. Este texto se basa fundamentalmente en lo que se lee en el ya analizado “Ajedrez Fatal,” si bien es cierto que el documento de Pérez Pimentel no es el único documento del que se sirve. Por ejemplo, también se hace referencia a “Apuntes para la historia de la Lotería,” el apéndice C del libro El hospital de Guayaquil, en el que el historiador local, Julio Estrada Ycaza, remite a la mención que sobre Atahualpa y el ajedrez hace Pascual de Andagoya en su ya conocida relación. En cambio, lo que llama más la atención de esta información es que su autor contrapone los distintos testimonios que avalan la imagen del Atahualpa ajedrecista con el artículo de Olaf Holm, quien fue una figura muy respetada en Ecuador en el círculo historiográfico y que, como se indica en el segundo capítulo, descartaba completamente la posibilidad de que el último emperador inca hubiera practicado el ajedrez. En las dos últimas décadas, y muy especialmente en los años más recientes, la difusión de la imagen del Atahualpa ajedrecista se ha visto tremendamente beneficiada por la radical transformación que ha experimentado el escenario mediático, que se ha vuelto completamente global y ha trascendido con creces los límites de los medios de comunicación tradicionales. La revolucionara irrupción de Internet ha multiplicado casi hasta la enésima potencia las vías de comunicación de masas, lo que ha propiciado la Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 151 existencia de unos flujos de información sin precedentes. Esto es, no sólo circula muchísima más información que antes sino que, además, ésta se transmite de manera instantánea y prácticamente sin límites geográficos ni filtros de control o censura. Ahora, cualquier individuo tiene la posibilidad de abrir una página web o un blog personal, de participar en un foro digital, de subir un vídeo en Youtube, de abrir una cuenta propia en Facebook, Twitter, Instagram o cualquier otra red social, y de servirse de todas estas herramientas –gratuitas, para más inri- para divulgar al mundo entero aquello que le apetece, interesa o inquieta. En ese inmenso espacio invisible que es Internet, que además permite la interacción entre quien construye el mensaje y quien lo recibe, Atahualpa aparece vinculado al ajedrez una y otra vez. Es imposible establecer con exactitud cuántas menciones son -en esa indeterminación, precisamente, consiste la infinitud de la red-. Sin embargo, podemos hacernos a la idea de la nueva dimensión con el siguiente ejemplo: una simple búsqueda en Google utilizando las palabras clave Atahualpa y ajedrez remite a más de 48.000 enlaces. Si hasta hace relativamente poco tiempo la construcción del Atahualpa ajedrecista había sido un proceso muy lento y fundamentado en el encadenamiento de contados documentos que habían salido del puño y la letra de reconocidos conquistadores, historiadores y literatos; ahora, en cambio, son un número indefinido de personas anónimas las que, voluntariamente, han tomado el testigo y aportan su granito de arena para que esta imagen siga viva en el presente y no corra el peligro de convertirse simplemente en una cuestión pasada que, Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 152 como tantas otras, esté irremediablemente condenada a caer en el olvido con el paso del tiempo. Por tanto, si se exceptúan esas contadas obras literarias o trabajos historiográficos recientes como los que, a modo de prueba, han sido recogidos en este capítulo, puede observarse que los actuales guardianes de este aspecto tan peculiar y llamativo de la caracterización vigente de Atahualpa son, por norma general, simples aficionados al ajedrez o divulgadores de la historia de la civilización inca que, pese a no ser fuentes de información con reputación alguna a nivel académico, sí cumplen a efectos prácticos un papel tan importante como el que en su día, en contextos muy distintos, pudieron realizar autores sobradamente conocidos como Prescott, Palma o Borges, pues es este goteo continuo de referencias el que dota de solidez a esta imagen que, de tanto ser repetida, ha alcanzado el estatus de verdad entre el gran público. Un obligatorio rastreo por Internet permite comprobar que algo no ha cambiado con la entrada en escena del soporte digital: la influencia de “Los incas ajedrecistas” sigue siendo la misma, ya que abundan –por no decir que son mayoría- las páginas webs que, al relacionar a Atahualpa con el ajedrez, lo que realmente hacen es reproducir a grandes rasgos la trama del relato de Palma, que, como se ha apuntado en algún otro momento de este trabajo, debe su popularidad al decisivo punto de dramatismo que contiene su obra. Son tantos los ejemplos que podrían ser expuestos en las siguientes líneas que estimo que es preferible centrarse en un solo caso representativo, el de la web Ajedrez de Ataque, uno de tantos y tantos espacios en castellano pensados para el disfrute de los aficionados a este juego y que, entre sus muchas secciones, tiene una Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 153 dedicada exclusivamente a artículos de diversa índole sobre historias o jugadores legendarios del ajedrez. Uno de esos artículos compilados lleva por título “El Gambito Atahualpa” y la firma de Mario Valverde López (1946-2014), quien, entre otras cosas, fue presidente de la Federación Costarricense de Ajedrez a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado.84 En la primera parte de su texto, Valverde sintetiza a grandes rasgos los hechos narrados en “Los incas ajedrecistas,” sin bien es cierto que este divulgador del ajedrez, cuando apunta que los españoles invitaron a jugar a Atahualpa después de que éste los dejara boquiabiertos en la famosa escena de la partida entre Soto y Riquelme, se toma la licencia de añadir algo más: Soto ganó la partida al final y después de este suceso, ambos españoles, Soto y Riquelme invitaban a Atahualpa a jugar, pero generalmente este rehusaba hacerlo porque decía que jugaba muy poquito y cuando lo hacía, parece que su respuesta preferida a la movida 1.e4 era 1…f5¡? dando origen al gambito que lleva su nombre. (“El Gambito Atahualpa”) 84 En el juego del ajedrez, se entiende por gambito todo aquel movimiento que se hace al inicio de la partida con la clara intención de sacrificar una figura propia, normalmente un peón, para a continuación lograr una ventaja posicional sobre el tablero. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 154 Figure 8. Posición de la apertura del Gambito Atahualpa tras el primer movimiento de los dos bandos. Escacsanoubarris.blogspot.com, “Enseñar (y aprender) historia a través del ajedrez I: Atahualpa y Pizarro.” Esto es, Valverde le adjudica a Atahualpa la sorprendente costumbre de iniciar sus partidas con el llamativo movimiento 1. … f5, el cual, como el propio autor se encarga de subrayar, “es considerado como una de las formas más extrañas, ilógica y antiortodoxa jugada de oposición al peón del rey blanco” (fig. 8). No en vano, lo más lógico es que las blancas, en su segundo movimiento, capturen el peón negro y, por lo tanto, pasen a disponer una leve ventaja material sobre el tablero. Es generalizada la impresión de que este supuesto movimiento inicial característico de Atahualpa sólo puede catalogarse de ficción. Valverde no especifica si el mismo llegó hasta sus oídos a través de otras personas o si, simplemente, es fruto de su imaginación. En su empeño por dar consistencia a este sugestivo aditivo de la imagen del Atahualpa ajedrecista, el autor llega a analizar hasta cuatro posibles variantes de esta apertura, dando pie una de ellas a una posición tras el sexto movimiento que, en su opinión, ni mucho menos es desventajosa para las negras. “En conclusión, ¿el Gambito Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 155 de Atahualpa fue producto de una jugada irracional del monarca Inca o no lo fue?,” pregunta finalmente Valverde, quien muestra los estudios que ha hecho sobre esta apertura en partidas que disputó entre 1883 y 2005. Lo cierto es que el conocido como Gambito de Atahualpa que divulgó Valverde aparece registrado en los manuales de ajedrez, aunque no con el nombre del emperador inca sino con el de Oldrich Duras (1882-1957), Gran Maestro Internacional checo que formó parte de la elite mundial de este juego en los primeros años del siglo XX –no volvería a jugar torneos importantes después del estallido de la Primera Guerra Mundial, en la que sirvió al ejército austro-húngaro- y que, además, obtuvo una notable reputación como creador de problemas de ajedrez.85 Aunque no se sabe con certeza, Antonio Gude considera que es de suponer que el propio Duras fuera el creador de esta apertura, que llegó a utilizar en alguna que otra partida seria. Conclusión Los casos analizados a lo largo de este tercer capítulo, desde una novela tan leída en los últimos años como El Tercer Reich de Bolaño hasta el artículo que un simple aficionado al ajedrez cuelga en una página web, corroboran que el Atahualpa ajedrecista no es una idea pasada, una imagen que fue importante en tiempos pretéritos pero que, en cambio, ha caído en el olvido. Todo lo contrario: ahora más que nunca, y debido fundamentalmente al nuevo escenario que ha propiciado Internet, cualquier persona que esté relativamente documentada sobre la historia del imperio inca 85 En dichos manuales, el Gambito Duras aparece también registrado como Defensa Fred [B00] (Tabla de Flandes). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 156 seguramente vincule de una u otra manera la figura de Atahualpa con el ajedrez, pues eso es lo que ha leído y escuchado repetidas veces y a través de distintas fuentes. Que diversos trabajos historiográficos, películas, obras poéticas, novelas, artículos periodísticos o textos on line hagan referencia de alguna u otra manera al Atahualpa ajedrecista no significa ni mucho menos que todos los documentos que tratan sobre el emperador inca lo hagan. Desde luego, no existe unanimidad al respecto, aunque ya es muy significativo que se encuentren tantas pruebas de que esta imagen está muy viva y que no hay riesgo de que decaiga con el paso de los años. Cuesta creer que la situación actual se habría alcanzado si Ricardo Palma no hubiera escrito “Los incas ajedrecistas” en el tramo final de su extensa carrera literaria. La importancia de esta tradición es capital para esta investigación, ya que dicho relato no sólo consolidó esta concepción de Atahualpa que hasta entonces había ido construyéndose muy lenta y tenuemente, sino que, además, sirvió de referencia e inspiración para muchos que después, con mayor o menor intencionalidad, también recurrieron a esta imagen tan sugerente. Sin embargo, el texto de Palma no goza de una aprobación unánime por parte de todos aquellos que lo han profundizado sobre su contenido. Mientras que se observa que quienes escriben ficción, ya sea poesía, prosa o cine, han seguido implícita o explícitamente su estela, resulta muy llamativo que aquellos que aspiran a reproducir fidedignamente lo que pudo ocurrir en Cajamarca optan, diría que por unanimidad, por desmarcarse de su relato. Semejante disparidad conduce a la siguiente reflexión: “Los incas ajedrecistas,” documento híbrido en el que historia y literatura dialogan sin que Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 157 quede claro dónde está la línea que separa a una de la otra, tiene una carga dramática tan grande en su desenlace que atrae como un imán a quienes se dejan llevar por la imaginación pero, por el contrario, genera desconfianza entre quienes aspiran a una narración histórica fehaciente que se ajuste a lo que supuestamente ocurrió y se despoje de todo aditivo inventado. Es decir, su carga pro indígena es tan manifiesta que, por un lado, le permite conectar con quienes están sensibilizados con este tipo de discursos, aunque, por el otro, le deja sin crédito histórico antes quienes se ciñen a los hechos contrastables para validar su hipótesis. Este segundo grupo, con el cual me identifico plenamente, no niega que Atahualpa jugara al ajedrez; simplemente, su referencia no es Palma, sino todos los testimonios escritos que le precedieron. Para concluir y poner el colofón a este apartado, puede que no haya mejor metáfora que la que una vez más sirve el propio ajedrez. Atahualpa, el Atahualpa ajedrecista, es como el rey sobre el tablero. Es la figura más importante de su bando, pero al mismo tiempo es tan frágil que no puede valerse por sí misma y precisa del trabajo de sus escuderos para mantenerse viva. A lo largo de estos casi quinientos años, dicha imagen ha ido haciéndose cada vez más fuerte sobre el tablero. Cada vez está más y mejor protegida. Si en un tiempo pasado se mantuvo en pie fue gracias a piezas de tanto valor como Espinosa, Andagoya, Prescott, Palma o los propios Borges, Lezama Lima y Bolaño. Ellos fueron y son su dama, sus alfiles, sus caballos y sus torres. Sin embargo, y como tantas veces ocurre en el ajedrez real, en la parte final de la partida son los peones, las piezas de menos valor, las que juegan un papel determinante en la suerte definitiva del rey. En esta partida que el Atahualpa ajedrecista juega contra la Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 158 inmortalidad, sus peones son todos y cada uno de esos devotos anónimos del ajedrez que, escribiendo una novela aún poco conocida, creando un cortometraje de limitada difusión o, simplemente, escribiendo un modesto texto en una de esas páginas webs a las que un usuario ordinario sólo llega a través de una búsqueda específica a través de Google, mantienen viva, sin saberlo, una imagen que cada vez está más lejos del territorio de las leyendas y, por consiguiente, más cerca de lo que conocemos por real. A estas alturas ya da igual que Atahualpa jugara o no al ajedrez: esa imagen ha sido ya tantas veces recreada que se da por hecha. Y ya no hay marcha atrás. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 159 CONCLUSIÓN Esta tesina es la culminación de una investigación que, conforme avanzaba y maduraba, iba despejando su horizonte en busca de su propio camino. Eso ni mucho menos significa que el Atahualpa ajedrecista no tenga más recorrido que éste. Todo lo contrario: aún se puede escribir mucho sobre todo lo que envuelve a esta imagen, de ahí que este trabajo, más que establecer una tesis definitiva, tenga la aspiración de ser una referencia o el punto de partida para futuros proyectos que también traten de arrojar más luz en torno a un asunto tan atractivo y poco explorado a nivel académico. Creo conveniente comenzar la recapitulación de las conclusiones a las que he llegado durante este proceso con la misma pregunta que dio origen a mi investigación: ¿realmente jugó Atahualpa al ajedrez? Casi dos años después, considero que ni yo ni nadie está capacitado a día de hoy para responder esta cuestión simplemente con un sí o un no. Partiendo de esta premisa, entiendo que lo más razonable es argumentar que, muy probablemente, Atahualpa tuvo contacto con el ajedrez durante su cautiverio en Cajamarca y que hay indicios que invitan a pensar que es igualmente muy factible que llegara a practicarlo, aunque nunca protagonizando una situación como la recreada por Ricardo Palma en su tradición “Los incas ajedrecistas.” Pese a que existe un gran vacío documental sobre los primeros pasos del ajedrez en América, es lógico pensar que éste fue uno de los diversos juegos con los que los conquistadores españoles consumían su tiempo de asueto en el Nuevo Mundo. Sirva como ejemplo el caso del renombrado conquistador Pedrarias Dávila, quien, según Diego de la Tobilla, llegaba a apostar esclavos en sus partidas de ajedrez en suelo Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 160 americano (Friede 152). Teniendo en cuenta que el ajedrez por aquel entonces ya estaba muy expandido en la sociedad española y que, además, varios de los integrantes de la expedición de Francisco Pizarro en el Perú habían gozado de una educación humanística privilegiada –Hernando de Soto entre ellos-, ni mucho menos es descabellado pensar que en la prisión del rey inca se jugara al ajedrez. Nuevamente, no queda más remedio que agarrarse a la especulación, ya que es realmente escasa la información que ha llegado hasta nuestros días sobre los detalles cotidianos que formaron parte de la convivencia de nueve meses que tuvo lugar entre Atahualpa y sus captores. Sin embargo, estas suposiciones ganan mucha consistencia gracias al contenido de la carta que Gaspar de Espinosa envió desde Panamá a la Corte española para trasladar las buenas noticias que le habían llegado del Perú. Puede que para algunos historiadores este documento por sí solo, por lo que dice, por quién lo dice, y por cuándo lo dice, sea suficiente para asegurar con rotundidad que Atahualpa jugó al ajedrez. Desde luego, es verdaderamente significativo que Espinosa hiciera mención a este hecho en la que, muy posiblemente, fue la primera misiva que llegó a España anunciando el éxito de la operación liderada por Pizarro. En cambio, y aun sin negar la trascendencia y la validez histórica de este escrito, creo que hay una serie de matices que hay que tener muy presentes en el análisis de este texto y que, en cierta medida, me inducen a mantener ciertas reservas en cuanto a la veracidad absoluta del mismo. En primer lugar, y al margen de puntualizar que él no fue un testigo de vista, no hay que olvidar que Espinosa era parte interesada en este proyecto, ya que, con el favor de la Corona, había financiado personalmente el intento de conquista del Perú. Al igual Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 161 que otros tantos conquistadores, él, o sus informantes, que muy posiblemente fueron los propios Pizarro o Soto, también pudieron haber magnificado este logro a base de retratar un escenario idílico. No hay que olvidar que ésa era la vía más rápida para seguir contando con la bendición de los reyes y, por tanto, para consolidar su posición en el goloso negocio que se abría el Nuevo Mundo. Desde luego, a la hora de presentar el Perú como emplazamiento ideal para asentarse y seguir expandiendo el imperio español, nada resultaba más sugestivo que afirmar que contaban con la colaboración del rey nativo y que éste, encima, era un ser tan brillante y fiable que hasta sabía jugar al ajedrez, con las connotaciones que este último detalle tenía para una audiencia con el perfil del de la Corte. Con esta observación no deseo transmitir la idea de que todos los manuscritos llegados desde América manipulaban o tergiversaban la realidad intencionada, aunque sí es cierto que la crítica actual coincide mayoritariamente en que esas prácticas eran una tendencia habitual entre los conquistadores que se dirigían por escrito a la Corona. Otra posibilidad es que se hubiera producido una confusión lingüística; esto es, que los españoles hubieran visto a Atahualpa jugar a la taptana o a cualquier otro juego inca sobre un tablero y que, por la semejanza de éste con el ajedrez, lo hubieran asimilado al juego español hasta el punto de utilizar su nombre para denominarlo. Es decir, que los españoles utilizaran el término ajedrez cuando realmente se referían al concepto juego sobre un tablero. De esta forma, tendría mucho sentido el argumento que ofrece Olaf Holm cuando analiza el confuso grabado de Guaman Poma: pese a que el cronista Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 162 indígena de educación española menciona que Atahualpa jugaba al ajedrez, lo dibuja junto a un tablero que más bien parece ser el de la taptana. Tanto esta suposición como la anteriormente expuesta son impresiones subjetivas, de ahí que vea necesario puntualizar que la aprobación de la carta de Espinosa como documento definitivo que confirma que Atahualpa jugó al ajedrez depende del criterio o el punto de vista que utilice cada investigador al estudiar este caso. Simple y llanamente, opino que cualquiera de las dos posturas que se pueden tomar en torno a este documento –uno, es suficientemente aclaratorio para afirmar que Atahualpa jugó al ajedrez, o dos, no lo es- son perfectamente entendibles, sin que creo que ninguna deba ser catalogada mejor que la otra. No obstante, la relación de Pascual de Andagoya me hace dudar de mi propia duda; esto es, el análisis a conciencia del fragmento en el que este otro conquistador cita el vínculo entre Atahualpa y el ajedrez me inspira un aire de veracidad que perfectamente podría disipar la prudencia a la que insta la carta de Espinosa. Para empezar, el texto de Andagoya no responde a ninguna urgencia informativa –se dio a conocer en 1545- y la observación que hace sobre la manera en la que Atahualpa se comportaba a la hora de jugar al ajedrez podría concordar perfectamente con la peculiar manera en la que los incas entendían el juego. Dice Andagoya que Atahualpa, cuando jugaba al ajedrez, ponía encima de la mesa vasos de oro y que, ganara o perdiera la partida, éstos siempre iban a parar después a las manos españolas. Primeramente, tengo la impresión de que su apunte se refiere a un hecho verídico porque éste hace mención a una actitud y no a una supuesta y sorprendente aptitud del monarca indígena. En Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 163 segundo término, y he aquí lo realmente importante, intuyo que Andagoya, aun sin saberlo, porque ni él mismo seguramente fuera consciente de ello, pone de manifiesto que la forma en la que Atahualpa concebía el juego del ajedrez era diferente a la costumbre española. Mientras que para los invasores se trataba de un duelo con claros tintes competitivos que, además, iba acompañado de apuestas entre los contendientes, para los pobladores del Perú precolombino estos actos formaban parte de sus diferentes rituales. Así las cosas, la entrega de piezas de oro voluntariamente por parte de Atahualpa no era una cuestión de generosidad consustancial a la personalidad del inca, como interpreta Andagoya, sino que más bien respondía al comportamiento que los indígenas seguían cuando jugaban al ayllu. Como explica Ziólkowski al referirse al ayllu, la tradición inca dictaba que el juego no era más que la escenificación de la sumisión pacífica al poder del soberano inca. Los waka, miembros de la elite del Cuzco, simulaban que perdían el juego ante su rey para, de esta forma, simbolizar la entrega que le hacían al líder inca de los territorios que habían conquistado durante sus campañas de expansión para que éste dispusiera de los mismos como creyera conveniente (261). Por tanto, partiendo de la base de que Atahualpa se sentía en manos de Pizarro, sugiero que Atahualpa podría interpretar las partidas de ajedrez de la misma manera que los incas afrontaban sus propios juegos: como un mero ritual en el que, en realidad, no se competía y que, esencialmente, era el procedimiento que seguía para hacerle entrega al jefe español del oro y la plata que había recolectado con la esperanza de que éste lo Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 164 recompensara con su puesta en libertad. A mi parecer, esta lectura, muy particular, encaja bien con lo que trascendió de la negociación que Pizarro y Atahualpa mantuvieron durante el cautiverio del segundo. Tal y como reflejan diversas fuentes coloniales, Pizarro le habría prometido a Atahualpa que volvería a ser libre si llenaba una sala de oro y plata, de ahí que estas partidas de ajedrez -y esto ya es una suposición muy personal a raíz del análisis del texto de Andagoya- podrían haber sido el ritual que Atahualpa, fiel a la tradición inca, habría seguido para ir cumpliendo su parte del trato y, de esta forma, estar cada vez más cerca de su liberación. Mientras que los manuscritos de Espinosa y Andagoya me conducen hacia sensaciones encontradas, muchas menos dudas, aunque en un sentido bien distinto, me asaltan al enjuiciar el valor historiográfico de “Los incas ajedrecistas.” Entiendo que la historia que se desarrolla en este relato es producto de la elogiable imaginación de Palma, quien, fiel a su estilo, trata de dar apariencia de realidad a un texto que más bien pertenece al campo de la literatura. En mi opinión, el hecho de que ninguna fuente previa ni siquiera insinuara el contenido de esta narración y que la ambigüedad entre la realidad y la ficción fuera uno de los sellos característicos de las tradiciones de Palma, bastan para concluir que la condena a muerte de Atahualpa no se vio en ningún caso influenciada, como insinúa este autor, por una reacción de venganza ajedrecística del tesorero Riquelme. En cualquier caso, es incuestionable la trascendencia que este relato tiene en la popularización del Atahualpa ajedrecista. Ninguno de los comentarios que hasta ese momento se habían hecho sobre la familiaridad del rey inca con el ajedrez –a saber, Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 165 Gaspar de Espinosa, Pascual de Andagoya, Pedro Cieza de León, Antonio de Herrera y William H. Prescott- había conseguido un alcance tan masivo como este texto que, sin duda alguna, marcó un antes y un después en la trayectoria de esta imagen. Una de las demostraciones más claras del impacto que tuvo la historia inventada por Palma es que ésta, directa o indirectamente, se reconoce en buena parte de las referencias de distinta naturaleza -aunque especialmente literarias- que desde el siglo XX han contribuido a mantener muy vivo el condimento del ajedrez en la caracterización que actualmente se hace del personaje histórico de Atahualpa. Gracias a todos ellos, el Atahualpa ajedrecista, la imagen del último emperador inca jugando al ajedrez con los conquistadores españoles antes de que éstos lo condenaran a muerte, está ya tan extendida que ha alcanzado un punto de no retorno. Es irreversible. Está tan fuertemente adherida al imaginario colectivo andino que a estas alturas, y después de tanto tiempo de lenta consolidación, no hay manera de hacerla desaparecer. De una forma u otra, con mayor o menor intensidad o fuerza, la figura de Atahualpa va a seguir estando ligada al ajedrez de manera indefinida. Precisamente, éste es el motivo por el que el debate sobre su autenticidad, aun siendo siempre importante, carece de una trascendencia superlativa. Llegados a este punto de desarrollo, da igual que, en realidad, fuera una imagen creada: son tantas y, en algunos casos, tan influyentes las personas que desde principios del siglo XX la han dado por cierta que a ellos corresponde el honor de haberle concedido a esta figuración el estatus de verdadera. Esto es, la realidad no es necesariamente lo que pasó, sino lo que se termina dando por cierto. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 166 Por tanto, una vez que la cuestión historiográfica ha quedado irremediablemente postergada al rango de asunto secundario y que el largo proceso de formación de esta imagen está definido a partir de la enumeración cronológica de sus principales puntos álgidos, considero que el verdadero interés reside en el uso intencionado y en el significado que dicha figuración ha tenido en dos momentos o períodos muy diferentes durante estos cinco siglos. Así, establezco una clara disparidad entre la utilización interesada que, individualmente, Gaspar de Espinosa y Pascual de Andagoya hicieron de esta representación de Atahualpa –no detecto ese mismo interés en Cieza de León, que era un cronista y no un conquistador propiamente dicho-, y la que, en un sentido bien diferente, se generalizó en las regiones andinas a partir de la publicación de “Los incas ajedrecistas.” Como se ha indicado al comienzo de esta conclusión, Espinosa ensalza el supuesto buen hacer de Atahualpa en el ajedrez para transmitir una idea muy favorecedora de la operación a través de la cual los españoles se habían introducido en el Perú y en la que él estaba directísimamente implicado. La imagen de un rey inca que, entre otras cosas, es capaz de jugar al ajedrez es el mensaje de mayor tranquilidad, confianza y esperanza que podía mandarse desde el Nuevo Mundo hasta España, donde, a partir de estos primeros informes positivos, se premiaría más que bien a los artífices de semejante avance y se organizarían con la mayor celeridad posible nuevas expediciones de refuerzo. No menos intencionada, aunque con un propósito diferente, es la mención que realiza Pascual de Andagoya en la relación que escribe en España y entre sus dos etapas Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 167 trasantlánticas. Los términos que utiliza para referirse a lo acontecido en Cajamarca denotan un claro tono de reprobación por parte de este desafortunado conquistador, al que un grave incidente privó de encabezar la expedición triunfal que finalmente lideró Pizarro. Andagoya no tiene reparos en criticar abiertamente la manera de proceder de Pizarro ante Atahualpa, al que, como contraposición, elogia por su ejemplar comportamiento. Es en este punto cuando hace referencia al ajedrez, destacando esa supuesta generosidad del inca a la que antes se hacía referencia frente a la avaricia del capitán español. Tendrían que pasar más de tres siglos, hasta la aparición de “Los incas ajedrecistas,” para que la imagen del Atahualpa ajedrecista volviera a utilizarse intencionadamente. En cambio, en esta nueva etapa, vigente hasta el tiempo presente, el motivo y la finalidad de dicho uso es diametralmente opuesto. Atahualpa, como también sucede con Andagoya, aparece retratado como víctima, aunque, obviamente, las connotaciones que esta representación adquiere en el Perú contemporáneo van mucho más allá de las intenciones que tuvo el conquistador español. A partir de Palma y su memorable relato, la injusticia que sufre Atahualpa a través del ajedrez es la metáfora en la que se resume y escenifica el lamento, la denuncia o la rabia que muchos andinos, e hispanoamericanos en general, sienten por la conquista española del imperio inca y por la consecuente destrucción de la antigua civilización en la que reconocen sus orígenes más remotos. Éste es, por tanto, el uso que hacen de esta tradición de Palma aquellos cuya identidad está marcada por ese resentimiento y que igualmente hacen suyo un discurso Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 168 claramente postcolonial. La complejidad consustancial a un hecho histórico de tanta magnitud como fue la caída del imperio inca a manos españolas queda esquematizada en su más pura esencia gracias a la brevedad y a la claridad argumental de un relato que justamente fue ideado para avivar estas emociones. De esta forma, el Atahualpa ajedrecista que propone Palma, esa versión que tan masivamente ha sido secundada -¡qué más da que fuera inventada!-, es un icono; es el símbolo de una injusticia, de un pasado abruptamente roto y de una dolorosa pérdida irreparable que, gracias, entre otros motivos, a la incuestionable fuerza de esta imagen, no ha caído en el olvido. Sobre el papel, cuesta creer que el Atahualpa ajedrecista siguiera siendo un asunto tan profundo hoy en día si Palma, ya en las postrimerías de su larga y prolífera carrera literaria, no hubiera sentido la necesidad de escribir una historia con una carga pro indígena y nacionalista tan manifiesta. Desde luego, esta aseveración puede sonar algo desproporcionada en primera instancia, pues nunca se sabe qué hubiera pasado si éste no hubiera sido el curso de los acontecimientos. Sin embargo, es innegable que sólo un intelectual del perfil de Palma podría haber compuesto una narración como ésta. Y Palma, en aquel Perú de finales del siglo XIX y principios del XX que avanzaba hacia la creación de su propia identidad nacional, era un personaje casi único en su país. Sólo alguien que había leído tanto y que había bebido tan frecuentemente de esa riquísima fuente de información que era la tradición oral, podía dar forma a un relato de estas características, en el que el pasado, la curiosidad que despertaba visualizar a Atahualpa jugando al ajedrez, y las inquietudes que vivía el Perú en aquel momento se daban la mano de manera tan genial. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 169 Sin duda, un estudio más específico sobre las circunstancias que rodearon la aparición de esta tradición y las reacciones más inmediatas que se produjeron podría aportar una valiosa información complementaria. Se me antoja especialmente interesante poder indagar sobre la manera en la que esta historia se interpretó en sus inicios; es decir, conocer, en la medida de lo posible, si el texto de Palma fue concebido como un relato fiel a la realidad –en ese supuesto, su impacto habría sido extraordinario- o si, por el contrario, ya desde sus primeros días de existencia fue recibido como un texto eminentemente ficcional. Llegados a este punto, una nueva pregunta entra en escena: ¿es preciso seguir tildando a la imagen del Atahualpa ajedrecista de leyenda, como ha sido habitual? Si nos atenemos a la definición que recoge el diccionario de la Real Academia de la Lengua, por leyenda, en primer término, se entiende la “(n)arración de sucesos fantásticos que se transmite por tradición,” mientras que la segunda acepción recogida habla de “(r)elato basado en un hecho o un personaje reales, deformado o magnificado por la fantasía o la admiración.”86 Tomando estas ideas como referencia, concluyo que “Los incas ajedrecistas” sí debe catalogarse como una leyenda, pues su trama carece de visos de veracidad. Sin embargo, eso no quiere decir que el resto de versiones que han aparecido en torno a la vinculación de Atahualpa y el ajedrez deban recibir la misma consideración. Es más, abogo por que la impresión emitida por Gaspar de Espinosa, Pascual de Andagoya y Pedro Cieza de León no sea considerada como leyenda, ya que las reservas que se puedan surgir acerca de la total credibilidad de estos testimonios no 86 www.rae.es Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 170 dejan de ser apreciaciones particulares que, en ningún caso, tienen entidad suficiente como para negar la veracidad de estos documentos. Mientras que la crítica es más unánime a la hora de tildar la obra de Palma como eminentemente literaria, no hay manera de demostrar que estos tres conquistadores, aun no siendo testigos de vista, se inventaran, juntos o por separado, que Atahualpa jugó al ajedrez. Esta última reflexión puede sonar contradictoria respecto a lo apuntado unos párrafos más arriba, pues, por un lado, se afirma que, en el caso de la carta de Espinosa, puede haber indicios que inviten a la prudencia, y por el otro se manifiesta que no hay manera de demostrar que lo que dicen él, Andagoya y Cieza de León no es cierto. Esta confusa situación es consecuencia inequívoca de la carencia de manuscritos que testifiquen detalladamente la manera en la que el ajedrez fue introducido en el Nuevo Mundo. Es un proceso que se prolongó durante muchos años y del que se sabe muy poco, casi nada. Por decirlo de otra forma, más bien se intuye o imagina. Habida cuenta de cuál es la situación, no hay que pasar por alto un dato realmente llamativo: dentro de esta escasez documental generalizada, el asunto del que se conocen más referencias es, precisamente, éste que trata del vínculo entre Atahualpa y el ajedrez. ¿Significa eso entonces que sí ocurrió? ¿Significa justo lo contrario? Aun siendo un tema apasionante, no creo recomendable limitar la llegada del ajedrez a América con la figura de Atahualpa. Obviamente, en esta posible tendencia influye que se trata, ni más ni menos, que del último emperador inca, una de las máximas figuras de toda una civilización que justo a partir de su muerte dejaría de ser lo mismo. Sin embargo, hay, al menos, otro caso que también es sumamente atractivo y que Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 171 tampoco está resuelto por completo. Se trata del enigmático final de la vida del ajedrecista Ruy López de Segura, clérigo muy cercano a Felipe II que, además, estaba considerado como uno de los mejores jugadores europeos, y por tanto del mundo, a mediados del siglo XVI. Su desenlace aún es un auténtico misterio, ya que lo único que José Antonio Garzón, Josep Alió y Miquel Artigas pudieron sacar en claro de su investigación conjunta es que él tenía los papeles en regla para embarcarse desde Sevilla con rumbo al Perú (161). En cambio, ahí se pierde su rastro, sin que esté claro si llegó finalmente a América o si, por el contrario, se quedó en España. Poder reconstruir lo sucedido en los últimos años de su vida es un reto tan complicado como apasionante. No sólo se trata de esclarecer lo que pudo haber ocurrido con uno de los grandes referentes del ajedrez moderno, pues la posibilidad de que hubiera finalmente arribado al Perú da pie a una serie de conjeturas muy sugestivas sobre la expansión del ajedrez en este territorio. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 172 OBRAS CITADAS Acosta de Samper, Soledad. 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