Tuesday, July 5, 2016

Atahualpa by Juan Morilla Romero, B. A. A Thesis - Part II

A Well written "Thesis on Atahualpa" by Juan Morilla, MA Congratulations!

In Spanish (Una buena Tesis sobre Atahualpa por Juan Morilla. Felicitaciones. En Español. Permiso del autor para publicarla en su sitio en la web)

Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 51 Debe resaltarse que tanto Atahualpa como el resto de indígenas no sólo descubrieron nuevos juegos, los exportados por los españoles, sino también, y esto es aún más importante, un nuevo concepto del juego, el de la competición. Al respecto, Holm precisa que “(e)s la opinión generalizada que los indios no jugaron con la idea de enriquecerse a costa de su contrario, lo que guarda completa concordancia con su organización social-económica” (101). A continuación, este investigador remite a un par de comentarios realizados por Guaman Poma, los cuales son de gran relevancia en tanto en cuanto ofrecen una valiosa información sobre cómo se concebía el juego en la sociedad incaica. Así, en el folio 243, el cronista peruano indica que los juegos formaban parte de las celebraciones que el inca, junto a todo su pueblo, disfrutaba en abril, mes en el que se congraciaban por la abundancia de productos naturales que habían sido obtenidos en las cosechas agrícolas:39 Este mes está la comida maduro y ancí comen y ueuen y se hartan la gente del rreyno a costa del Ynga. Y este mes los aues del cielo y los rratones tienen qué comer. Todo el mes juegan los señores prencipales al juego de riui [boleadores], choca, al uayro de ynaca, pichica de hilancula y de challco chima [todos juegos] y juegan otros juegos y rrecocijos. Tiene todo el rreyno en este mes de abril Ynca Raymi [festejo del Inka] y se horadan las orejas en este mes todos, haua yncas [pariente lejano de un Inka] como capac ynga [poderoso Inka], uaccha yngas [Inka sin poder]. Con ello tienen gran fiesta entre ellos y se conbidan unos con otros, ací como rrico como pobre. (245) 39 En este sentido, Holm argumenta que “(l)os juegos no fueron desconocidos porque los encontramos frecuentemente en conexión íntima con el calendario incásico, el que a su vez gira alrededor de los ciclos agrícolas y mágicos” (101). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 52 Más adelante, en el folio 314, Guaman Poma dejará constancia de que, para los incas, el juego era un aspecto secundario, como demuestra el hecho de que aquellos que se excedían en su práctica, jugando cuando no correspondía, recibían severos castigos: Es que les manda asotar en los brasos y en las manos cinqüenta asotes con la guaraca, que en el tienpo del Ynga nadie no jugaua ni prencipal ni yndio pobre, cino a de jugar por mandado del Ynga. Todo el rreyno an de trauajar; ya que no tenía que hazer hacía soga y trayýa leña o paxa para su casa o texía cunpana [tejido] o hazía soga y hacía ojotas [sandalias] o sobaua pellexo. En esto se ocupauan los indios. (316) Holm observa una estrecha relación entre los juegos incas y las ceremonias y creencias religiosas de éstos, apuntando que “en la zona andina existen además indicios de que los juegos están asociados con los ritos funerarios” (102).40 Emilia Romero encuentra una explicación a esta tendencia de los incas: “(H)allándose más cerca de la naturaleza se manifiestan en ellos con más franqueza los instintos primarios, que en este caso son de temor, e inducen al hombre a apartar de sí, en lo posible, lo que es causa de desazón y de sufrimiento” (9). Por su parte, Wolf Krämer-Mandeau, al destacar la existencia de juegos de pelota altamente desarrollados en ésta y otras civilizaciones de la América precolombina, observa que el hecho de que éstos estuviesen tan unidos a los cultos indígenas provocó que los colonizadores se opusieran al desarrollo de los mismos e impidieran su contacto con los propios de los europeos (65-66). Quizá ése sea el motivo de la “parquedad extraordinaria” que lamenta Romero al comprobar que, entre los cronistas que relataron los primeros tiempos de la conquista, 40 En cambio, llama la atención que Gabriela Ramos, en su obra Death and Conversion in the Andes, no haga ninguna referencia al respecto. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 53 apenas haya rastro de los juegos que practicaban los “antiguos peruanos.” Además, especifica que los detalles que son de su interés aparecen en crónicas escritas varias décadas después del asentamiento español en el Nuevo Mundo, “cuando ya los usos y costumbres europeos se habían difundido vastamente” (11).41 Por esta razón, no es fácil trazar una línea que separe con claridad los juegos completamente primitivos de aquellos posteriores que ya pudieron estar influenciados por los españoles. Aun así, y pese a la “escasez y confusión de datos” que se manejan sobre este tema, desvela la existencia de diversos tipos de juegos antiguos peruanos, los cuales, por ejemplo, van desde los bárbaros (Cama Iquiz) hasta verdaderas justas deportivas (Warachicuy) pasando, incluso, por juegos de azar que se jugaban con frijoles o piedrecillas (Wayru).42 41 Esa distorsión se manifiesta precisamente en el epígrafe que adjunta a su obra Juegos del antiguo Perú, donde destaca un extracto de los Comentarios Reales de Garcilaso de la Vega en el que el juego aparece desligado de los ritos ceremoniales de los incas y, en cambio, tiene por fin la diversión y el fomento de la armonía entre los miembros de una misma comunidad: “Y mandaba (la ley del Inka) que dos o tres veces al mes comiesen juntos los vecinos de cada pueblo delante de sus curacas, y se ejercitasen en juegos militares, o populares para que se reconciliasen los ánimos y guardasen perpetua paz; y para que los ganaderos y otros trabajadores del campo se alentasen, y regocijasen” (qtd. in Romero 7). 42 Gutiérrez de Santa Clara explica de la siguiente forma el juego del Cama Iquiz, que era una especie de lucha deportiva que se practicaba en diciembre: “[M]andauan los señores Yngas a todos sus capitanes y soldados que ensayasen unos con otros a manera de batalla, y el se ponía en un alto con toda su corte para vellos muy bien. Poníanse, pues, los unos a una parte, y los otros en otra, tantos a tantos, en sus escuadrones, y luego comenzaban a tirar con las hondas unas ciertas fructas que eran duras, y con estas peleauan muy gentilmente, que salían muchos indios bien descalabrados, y algunos morían de las heridas que les dauan; en fin, que para burlas era peligrosa, y para verse era cosa muy liuiana, aunque pessada” (qtd. in Romero 16). Romero, además, subraya que la fiesta del Warachicuy era una de las más grandes que celebraban los incas. En su explicación de este juego, menciona al Inca Garcilaso de la Vega, quien lo considera “equivalente a la ceremonia feudal de armar caballeros”. De acuerdo a la descripción realizada por el cronista mestizo, en esta fiesta se mezclaban los ayunos con las invocaciones a la divinidad y algunos juegos deportivos que los jóvenes aspirantes “habían de practicar antes de que les horadasen las orejas y quedasen admitidos como guerreros y reconocidos aptos para el matrimonio (14-15). Sobre el wayru, un juego ceremonial, en cambio sí se encuentran más referencias. Morúa dice que “[j]ugaban estos indios con un solo dado que llaman Pichca, de cinco puntos por un lado, uno por otro, dos por otro y por otro tres, y el otro lado cuatro y la punta con una cruz que vale cinco, y el suelo del dado veinte y así juegan hoy en día; y esto lo usan así los indios como las indias: aunque fuera de conejos, que ellos llaman cuyes, no juegan cosas de plata.” El padre José Arriaga apunta que durante el Pakarikuk, el velorio de los difuntos que duraba cinco días, los indios solían jugar a este juego y, a continuación, Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 54 Mayoritariamente, los juegos formaban parte de los rituales incaicos, aunque no todos ellos tenían que ver con la muerte. Tal es el caso del juego de ayllu, que, como exponen Reiner Zuidema (1989) y Mariusz Ziólkowski (1997), era en realidad un rito con el resultado predeterminado a partir del cual el rey inca, por su condición de hijo del dios Sol,43 ordenaba y redistribuía de acuerdo a su propio criterio los territorios que los waka, miembros de la élite del Cuzco, iban conquistando en el transcurso de la expansión imperialista de los incas. El religioso español Cristóbal Albornoz describe así este juego en su Instrucción para descubrir todas las guacas del Perú y sus camayos y haciendas: Del machacuay usan el día de hoy en sus fiestas y taquíes, haziendo un juego de ayllar que antiguamente jugava el inga, echando en alto esta figura de culebra y hecha de lana; y los que apostavan echavan sus illos, que son tres ramales de soga hecha de nervios de animales o de cueros dellos, y a los cavos unas pelotas de plomo. (qtd. in Ziólkowski 258) Ziólkowski, en concordancia con lo que previamente estableció Zuidema, afirma que el ayllu en sí es una representación de la “sumisión pacífica al poder del Inka” (261). De hecho, al simular que perdían el juego ante el soberano, lo que en realidad hacían era entregarle el control de todo aquello que habían ganado para que éste, a continuación, y escenificando la relación de “reciprocidad asimétrica” (262) que los unía, terminara recompensándolos con una parte de lo que habían obtenido o con otras iban al río a lavar las ropas del muerto, mientras que Odriozola aclara que sólo lo jugaban cuando empezaban a beber (qtd. in Romero 19-20). 43 Pachakuti Inka Yupanki estableció que las conquistas se llevaban a cabo en nombre del Sol, al que igualmente se le consideraba dueño de los terrenos y de la gente conquistada (Ziólkowski 276). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 55 pertenencias.44 “Se trataba más bien (o sobre todo) de procedimientos prácticos, de un sistema de apropiación del usufructo de las conquistas realizadas dentro del marco del nuevo sistema de legitimización religiosa del poder del soberano,” resume Ziólkowski (276), recalcando el carácter eminentemente legal del ritual y el simbolismo que esconde. Uno de los aspectos más destacados de los juegos incas es que “jugaban más por entretenimiento que por codicia de ganancia” (Romero 20). Esta apreciación encaja a la perfección con el comentario que el adelantado Pascual de Andagoya hace sobre Atahualpa. El conquistador español, aun sin ser testigo de vista de lo sucedido en Cajamarca, deja escrita una frase que puede ser de vital importancia para este trabajo, pues no sólo pone de manifiesto que Atahualpa jugó al ajedrez antes de su muerte sino que, además, desvela un detalle muy significativo sobre su comportamiento a la hora de jugar: “Era tan señor que, jugando al ajedrez con un español, ponía vasos de oro contra alguna cosa del español, y si ganaba no llevaba lo que ponía el español, y lo que él perdía lo daba luego” (119). Andagoya resalta el señorío de Atahualpa cuando juega al ajedrez, aunque, en realidad interpreto que el conquistador español no es capaz de captar la esencia que se esconde tras este comportamiento del líder inca. No es una cuestión de caballerosidad por parte de Atahualpa; más bien, reacciona de acuerdo a la manera en la que él y todos 44 Albornoz explica de manera inmejorable el trasfondo de este rito con forma de juego: “A este juego ganó el inga muchas provincias a las guacas que ya se las había(n) dado. Y los camayos de las guaca, permitía el inga que jugasen las tales provincias con él por otras y se hazían perdedizos. Y después de ganados por el inga por este medio de juego, las satisfazía el inga a las guacas y camayos con dalles tierras y ganados y otros servicios. Son muchas las tierras que ganó a este juego de ayllar el machacuay” (qtd. in Ziótkowski 258). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 56 los indios de su cultura conciben el juego. Es decir, espera una reciprocidad o compensación del lado español (posiblemente en forma de libertad) después de que él, por voluntad propia, les hiciera entrega de una parte de su riqueza. La partida de ajedrez, por tanto, es simplemente un rito para Atahualpa, que no descubre en ella la necesidad española de competir y superar al contrario, quien tampoco es concebido como rival o enemigo. El inca, a diferencia de sus captores, no juega para ganar. Es por ello que cobra mucho sentido esa manera de proceder que tanto sorprende a Pascual de Andagoya, al que llama poderosamente la atención la generosidad del rey inca. Atahualpa, verdaderamente, no se jugaba su oro durante la partida de ajedrez; lo que realmente hacía era entregárselo a una entidad que en ese momento estaba por encima de él, el conquistador español, de la misma forma que los waka, de acuerdo a la tradición indígena, ponían a disposición de los reyes incas los territorios y los bienes que conseguían para el imperio. Por eso, si Atahualpa ganaba la partida no se llevaba lo que había jugado el español, ya que el ritual del juego, ese mero formalismo que desgranan Zuidema y Ziólkowski, sólo tiene sentido o validez cuando el ganador es la persona que ocupa la posición de máxima jerarquía. Este ejemplo es la prueba más palpable de que el concepto indígena del juego poco o nada tenía que ver con el español, que, huelga decirlo, era también el europeo. Ninguno era mejor que el otro; simplemente, ambos enfoques eran el fiel reflejo de culturas, pasados y creencias muy diferentes. Esta divergencia enfatiza aún más si cabe el impacto que debió generar entre los nativos la entrada en contacto con actividades de Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 57 recreo que, como el ajedrez, son verdaderos envites estratégicos y tienen como fin último la victoria sobre el oponente. Por consiguiente, el proceso de transculturación que experimentaron los amerindios al entrar en contacto con los juegos españoles no se limitó a la adaptación de los nativos a unas nuevas formas de entretenimiento, sino, sobre todo, a la asimilación de un nuevo concepto del juego que nada tenía que ver con rituales religiosos y sí mucho con el deseo de superar y derrotar al contrincante. Ajedrez y convivencia en Cajamarca Aun siendo la representación del enfrentamiento entre dos contendientes, lo más importante es resaltar el papel que el ajedrez, y el juego en general, desempeñó en el Nuevo Mundo como agente mediador entre españoles y nativos una vez que los primeros establecieron su dominio en el Nuevo Mundo. Como ya se ha hecho notar, son más bien escasos los testimonios que perviven sobre la práctica del ajedrez durante los primeros años de la conquista de América, y en la mayoría de los casos (a excepción de aquellos que mencionan a Atahualpa) éstos tienen por protagonistas a expedicionarios españoles. Sin embargo, el caso concreto del rey inca sirve de ejemplo demostrativo de lo que el ajedrez y otros juegos pudieron aportar en pos de una convivencia medianamente apacible entre colectivos que mantenían una relación tensa. El grabado de Guaman Poma anteriormente analizado no puede ser más explícito al respecto. No en vano, y pese a la tirantez propia de los acontecimientos que se sucedieron durante esos meses en Cajamarca, transmite cierta complicidad entre Atahualpa y su anónimo captor español mientras ambos juegan juntos. Por las Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 58 circunstancias y por su privilegiada condición de líder de todo un imperio, el rey inca, aprisionado en el mismo lugar que Francisco Pizarro convirtió en su centro de operaciones, fue el primero en experimentar en su propia persona lo que un tiempo después habrían de vivir los nativos que sobrevivieron a la esclavitud y las nuevas generaciones que habitaron los territorios incaicos una vez consumada la invasión española. El escenario del Perú recién ocupado por los españoles recuerda en cierta medida al que previamente se había vivido durante algunos siglos en la península ibérica, donde, hasta la reconquista de Granada en 1492, y en un clima de compleja y en ocasiones tensa coexistencia, confluyeron en el mismo espacio físico tres culturas y religiones diferentes: la cristiana, la musulmana y la judía. En cambio, se aprecia una diferencia considerable entre un caso y el otro. Entre cristianos, judíos y musulmanes se produjeron intercambios culturales “without any ethno-religious group assimilating the other but rather as a result of living in an integrated fashion that allowed for reciprocal influence” (Scarborough 11). Por el contrario, en América más bien tuvo lugar una tremenda confrontación cultural que se resolvió unidireccionalmente con la paulatina implantación de identidad española en detrimento de las tradiciones que eran propias de las distintas comunidades indígenas. Dejando a un lado esa clara e innegable divergencia, consecuencia de circunstancias igualmente dispares, es preciso hacer el siguiente inciso: el grabado de Guaman Poma inspira la misma sensación que los dibujos que ilustran los problemas de ajedrez que Alfonso X El Sabio incluye en su Libro de los juegos. En estos retratos Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 59 sumamente realistas, que pretendían ser un fiel reflejo de la vida diaria de la corte del monarca castellano, puede observarse cómo cristianos, musulmanes y judíos, sin importar su rango social y su papel en la residencia real, dejan a un lado sus diferencias culturales y políticas y comparten el gusto que les une por el ajedrez. Si bien es cierto que en la mayoría de los casos se retan individuos del mismo grupo social, étnico, religioso o de género, y que, cuando no es así, normalmente la victoria corresponde al representante del colectivo dominante en aquella sociedad, también conviene mencionar que hay contadas ocasiones en las que, de manera intencionada, se rompe esta tendencia y el triunfo cae del lado del contendiente socialmente más débil. Es lo que ocurre, por ejemplo, en las derrotas que sufren tres cristianos de manos de otros tantos musulmanes en las partidas 86, 88 y 103 (Constable 341). El rey sabio, el primer gran impulsor de la unificación, aunque ésta fuera sólo legal, de los reinos cristianos de la península ibérica (Brocato 305), recurrió al ajedrez, suprema manifestación artística del raciocinio humano, para inmortalizar el ideal de una coexistencia integradora. Sin embargo, en los primeros años del Perú español, la convivencia sólo pudo ser entendida de una manera distinta, pues ésta fue más física que real debido a las enormes dimensiones de la fractura social y cultural que la conquista irremediablemente provocó. El ajedrez, por tanto, es un muy buen termómetro para calibrar el grado de coexistencia real que hay en una sociedad multicultural. En el caso concreto de Perú, estimo que sólo una minoría nativa, aquella que gozó de un estatus privilegiado y que tuvo una relación más o menos cercana y amistosa con los españoles, pudo tener acceso Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 60 al ajedrez. Atahualpa, Guaman Poma y el Inca Garcilaso de la Vega pueden servir de referencia para definir los perfiles de nativos que, por sus circunstancias especiales, podrían haber tenido contacto con el ajedrez. Atahualpa representa a la elite política indígena. Como ya se ha señalado, y sin entrar ahora a valorar la credibilidad de los testimonios que lo vinculan al ajedrez, es muy probable que, por su condición de rey inca y por haber mantenido una estrecha relación con quienes comandaban la expedición de Francisco Pizarro, jugara al ajedrez durante su encarcelamiento. En cierto sentido, el perfil de Guaman Poma es similar al de Atahualpa, ya que, según él, era descendiente directo de dos familias de la realeza andina y tuvo contacto personal con la cultura hispana mediante su rol de notario y traductor. En su caso, el factor determinante que lo liga al ajedrez es otro: recibió una educación española, como demuestra el hecho de que supiera escribir. Por último, en la figura del Inca Garcilaso de la Vega quedan representados los mestizos, quienes empezaron a proliferar conforme pasaron los años y aunaban las dos culturas de sus antepasados. Con esta clasificación no se pretende concluir que todos los integrantes o herederos de la elite política inca ni todos los mestizos tuvieran contacto con el ajedrez y, por tanto, se aproximaran a la cultura e identidad españolas a partir de este juego. Lo único que se puede afirmar a partir de estas premisas es que, por sus respectivos perfiles, la toma de contacto con el ajedrez habría sido más factible para estos colectivos que para aquellos que en todo momento se mantuvieron subordinados. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 61 Conclusión Una panorámica tan vasta como la aquí desarrollada se antojaba imprescindible para contextualizar debidamente el contenido del siguiente capítulo, en el cual se concentrará la materia prima que originó esta investigación. El exhaustivo análisis de las fuentes primarias que desvelan la presunta toma de contacto que Atahualpa tuvo con el ajedrez antes del prematuro final de su vida no podría ser entendido en toda su dimensión sin este primer bloque introductorio. En el mismo, la llegada del ajedrez al Nuevo Mundo se toma como el paradigma que permite ahondar sobre dos consecuencias lógicas de la conquista: la imposición de la identidad española en los territorios invadidos y el forzado proceso de transculturación que vivieron los nativos, quienes progresivamente fueron asimilando y tomando como propias las manifestaciones culturales que trajeron consigo los españoles. Habida cuenta de la popularidad que a principios del siglo XVI había adquirido el ajedrez en toda Europa y de la consustancial tendencia al juego por parte de los españoles, la implantación en América de este pasatiempo tan en concordancia con los fundamentos de la incipiente modernidad sólo puede interpretarse como una consecuencia lógica de la conquista. En realidad, el ajedrez no fue más que una de las muchas manifestaciones culturales españolas que cruzaron el océano Atlántico de la mano de los colonizadores, quienes, conforme fueron echando raíces en los nuevos territorios descubiertos, casi instintivamente siguieron poniendo en práctica allí las diversas formas de diversión y entretenimiento que eran intrínsecas a la identidad española. Esta reacción, tan natural como estratégica, era una demostración de autoridad Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 62 y dominio sobre la población local, que experimentó un paulatino proceso de españolización. Sin embargo, al mismo tiempo también era una demostración irrefutable de que el Nuevo Mundo, efectivamente, era una extensión de la Corona española, cuyos dominios aumentaron tan exponencialmente que todos juntos terminaron formando un gran imperio. El segundo capítulo se estructurará fundamentalmente a partir de cinco textos, que serán objeto de una profunda revisión. No en vano, son la base a partir de la cual asentaré mi tesis final sobre el asunto que nos ocupa. El punto de partida será un artículo que ya ha sido referenciado: “Taptana o el ajedrez de Atahualpa: a los 425 años de Cajamarca.” Escrito por el historiador y antropólogo Olaf Holm a mediados de la década de los cincuenta, es el único trabajo eminentemente académico que trató con anterioridad la supuesta vinculación de Atahualpa con el ajedrez. Este investigador asevera con contundencia que el rey inca jamás jugó al ajedrez durante su cautiverio en Cajamarca, conclusión a la que llega después de analizar los escritos surgidos a partir de la conquista de Perú. Hay tres documentos que se escapan del escrutinio de Holm y que, sin embargo, son de suma relevancia, ya que, cuanto menos, ponen en entredicho su veredicto. Se trata de una carta que el licenciado Gaspar de Espinosa mandó al comendador Francisco de Cobos en 1533, de la relación que el desafortunado conquistador Gaspar de Espinosa escribió en España en 1545 y de la obra Descubrimiento y conquista del Perú, escrita por el cronista Pedro Cieza de León. En estos tres testimonios, contemporáneos a los sucesos de Cajamarca y escritos en el Nuevo Mundo por personas que, aun sin ser testigos de vista de lo que allí ocurrió, sí Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 63 tuvieron acceso a información de primera mano, se afirma que Atahualpa jugó al ajedrez mientras estuvo preso. El cuarto y último pilar de este capítulo es el relato “Los incas ajedrecistas,” creado por el costumbrista peruano Ricardo Palma (también citado ya) hace prácticamente un siglo. Este texto dio origen a lo que hoy día, mientras no aparezcan pruebas concluyentes que remuevan los cimientos actuales, sigue siendo una leyenda. Según la misma, Atahualpa no sólo aprendió a jugar al ajedrez durante su encarcelamiento sino que, además, alcanzó tal maestría en el juego que ello, por los celos que despertó entre algún conquistador español, fue decisivo en su condena final a muerte. En este caso, mi trabajo procurará situar este relato dentro de su contexto histórico y en el marco de la extensa obra literaria de Palma, que se desarrolla en una ambigua frontera entre la historia y la ficción. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 64 CAPÍTULO 2 La formación del Atahualpa ajedrecista: desde la euforia de Gaspar de Espinosa hasta el uso pro nacionalista de Ricardo Palma ¿Jugó Atahualpa al ajedrez durante su cautiverio en Cajamarca? Ésta no es una pregunta que a día de hoy pueda ser respondida simplemente con un sí o un no, pues hasta ahora no se ha tenido constancia de, al menos, una prueba tangible lo suficientemente concluyente como para confirmar esta posibilidad en todos sus extremos. Puede que ese documento irrebatible jamás salga a la luz o que, simplemente, no exista, por lo que esos interrogantes que aún tenemos la obligación de colocar al familiarizar a Atahualpa con el ajedrez podrían perpetuarse por los siglos de los siglos. Tal incertidumbre no puede conducir al desánimo y, ni mucho menos, a aparcar la curiosidad sobre una cuestión que, en apariencia, podría parecer una mera anécdota pero que, en realidad, da pie a interpretaciones muy sugerentes. No en vano, está enmarcada en un episodio clave en el inicio de la conquista del Perú y que aún despierta un profundo sentir de repulsa entre muchos de los pobladores de los territorios andinos. Como si remontara un río desde la desembocadura hasta su nacimiento, este segundo capítulo trata de llegar al origen último de la creación del Atahualpa ajedrecista con el firme propósito de analizar y evaluar cuán fundamentada y verídica puede ser esta imagen que aporta un aditivo extraordinario a la caracterización de Atahualpa como personaje histórico. No en vano, bajo ningún concepto debe obviarse lo que por entonces significaba el ajedrez: era el juego por excelencia de quienes tenían la razón Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 65 por bandera y uno de los símbolos que mejor definían esa incipiente España imperial de comienzos del siglo XVI. Este bloque de mi investigación está estructurado fundamentalmente en torno a los cinco textos que, desde mi punto de vista, son esenciales para tener una visión lo más amplia y completa posible de un asunto que no está exento de enigma y que ha desencadenado una interesante disparidad de opiniones entre quienes lo han abordado con mayor profundidad. El primero de estos textos es el artículo “Taptana o el ajedrez de Atahualpa: a los 425 años de Cajamarca,” publicado en 1956 por el etnólogo, historiador y antropólogo Olaf Holm. Su investigación se resume en la siguiente valoración: “(E)stamos autorizados a llegar a la conclusión de que el Inca Atahuallpa no jugó jamás al ajedrez durante su encarcelamiento en Cajamarca” (98).45 Básicamente, este crítico fija su veredicto en torno a dos puntos principales: primero, en que ninguno de los testimonios que fueron escritos por los españoles durante los primeros años de la conquista del Perú hace mención alguna a una supuesta vinculación del rey inca con el ajedrez; y segundo, en la poca credibilidad que le merece como historiador Antonio de Herrera, quien, varias décadas después de la muerte de Atahualpa, fue el primero en mencionar ese supuesto hecho y, por tanto, abrió una senda que otros escritores posteriores seguirían alargando. El segundo, tercer y cuarto textos que analizo no forman parte de la bibliografía citada por Holm, cuya tesis queda seriamente en entredicho por estos tres manuscritos 45 El artículo fue publicado en el número 24 de Cuadernos de historia y arqueología, una publicación de la Casa de la Cultura Ecuatoriana con sede en Guayaquil, Ecuador. Un año más tarde, en 1957, este trabajo sería presentado en la Primera Conferencia de Mesa Redonda de Arqueología, también en Guayaquil. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 66 a los que probablemente no tuvo acceso y que, aunque sea brevemente, también mencionan el hipotético buen hacer de Atahualpa en el juego del ajedrez. En concreto, se trata de una carta que Gaspar de Espinosa mandó a Francisco de Cobos poco después de producirse la toma de Cajamarca; de la relación que una década después escribió Pascual de Andagoya; y de la tercera parte de la Crónica del Perú que Pedro Cieza de León escribiría unos años más tarde, mediado ya el siglo XVI. Aun sin ser testigos de vista de los hechos que desencadenaron la toma del Perú, sí es cierto que, desde Panamá, Espinosa y Andagoya estuvieron estrechamente relacionados con esta operación, pues Andagoya fue el primer español en tener constancia de la existencia del imperio incaico y Espinosa, por su parte, subvencionó la exitosa expedición liderada por Pizarro y Almagro con la que se consumaría la conquista de este territorio. La cercanía entre ambos conquistadores, así como la vinculación que uno y otro tuvieron con todo lo que rodeó a la captura de Atahualpa, otorga a sus escritos una trascendencia sideral. La relevancia de los mismos es comparable al documento firmado por Cieza de León, que llegó a América poco después de consumarse la toma de Cajamarca y que, desde el preciso momento en que inició su andadura por el Nuevo Mundo, mostró una manifiesta vocación por contar lo que había sucedido durante la conquista española. Pese a morir joven en 1554, dejó para la posteridad una extensa e interesante obra que le ha valido ser considerado como el príncipe de los cronistas españoles en las Indias. El último texto que será diseccionado en este trabajo es el relato “Los incas ajedrecistas,” que forma parte de Las tradiciones peruanas que Ricardo Palma fue Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 67 escribiendo durante varias décadas desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta los primeros años de la siguiente centuria. En esta breve historia en la que realidad y ficción se fusionan y conforman un todo indisoluble sin que quede claro dónde queda fijada la línea que separa la una de la otra, Palma no sólo retrata a un Atahualpa ajedrecista, sino que, además, proclama que su maestría en este juego pudo ser determinante en el resultado del juicio rápido al que fue sometido por los españoles, que terminarían condenándolo a muerte. La relevancia de esta narración no sólo reside en su llamativo contenido, sino, sobre todo, en lo que ésta representa. Sin duda, ofrece una versión alternativa sobre uno de los momentos más cruciales de la conquista del Perú con el firme objetivo de construir un discurso con claros tintes nacionalistas en un momento en el que la sociedad peruana se disponía a forjar su propia identidad a partir de la recuperación de su pasado indígena y de un deseado y necesario distanciamiento de todo lo que supuso la recién terminada colonización española. La negación de Olaf Holm Resulta cuanto menos llamativo que hasta la fecha un único trabajo de carácter académico haya abordado con rigurosidad la posible toma de contacto de Atahualpa con el ajedrez y que el mismo, además, tenga una antigüedad ya de sesenta años. Como se ha avanzado en párrafos anteriores, Holm sentencia que, bajo ningún concepto, el rey inca jugó al ajedrez durante su encarcelamiento en Cajamarca. Este investigador fundamenta su tesis en que “ninguno de los primeros cronistas hace mención del juego de Atahuallpa” (93). Como prueba de ello, cita al soldado Miguel de Estete, al que Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 68 define como “observador agudo” y “relator frío;” al historiador Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, quien “tenía por cierto todo lo que decía Estete;” y a Francisco de Xérez, cuyo relato “debe considerarse como un informe oficial, de prima hora” (93). Holm hace especial hincapié sobre la “obra monumental” de Oviedo y Valdés, quien, aun sin ser testigo de vista, sí tuvo la oportunidad de entrevistarse personalmente en Santo Domingo con conquistadores que regresaban a España desde Cajamarca como los propios Xérez y Estete, Hernando Pizarro, Diego de Molina, Pedro Corco, Johan Cabezas, y Francisco de Grado (93-94). El balance final es el mismo en todos estos casos: no hay rastro alguno del juego del ajedrez en las descripciones que todos ellos hacen de Atahualpa. Holm se apoya igualmente en la ausencia de comentarios al respecto que se observa en los escritos que firmaron algunos personajes de referencia de aquella época. Es el caso, por ejemplo, de Bartolomé de las Casas, quien para reflejar lo sucedido en el Perú en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias se sirvió del testimonio del testigo Fray Marcos de Niza. A Holm le parece muy significativo que alguien tan deseoso de ensalzar las virtudes de los indígenas no haga mención alguna al ajedrez, más aún si cabe teniendo en cuenta que en su obra Apologética historia sumaria afirma que a los aborígenes, por la forma de sus cabezas, se les habría dado muy bien su práctica.46 Del mismo modo, Holm también apunta que Francisco López de Gómara, 46 “Los que la cabeza alcanzan luenga de la frente al colodrillo, de la manera de un martillo o, por mejor decir, de la hechura de una nado que tiene el principio angosto como la proa y la parte postrera hacia el colodrillo más capaz o más gruesa como la popa, y cuanto más saliere afuera del pescuezo aquella parte, aquellos tales serán hombres muy prudentes, próvidos y circunspectos y de todas partes regatados y para las letras habilísimos; entre otras habilidades, si aprenden a jugar al ajedrez serán grandes jugadores d’él” (Capítulo 1, página 25). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 69 que en su Historia General de las Indias subraya el problema de los españoles con el juego, no dice nada sobre el tema que nos ocupa. Por último, también se refiere a Pedro Pizarro. Éste, que escribió su relación sobre el descubrimiento del Perú “principalmente movido por su disconformidad con muchas de las crónicas anteriores,” y que destacó que Hernando Pizarro se convirtió en el “amigo íntimo” de Atahualpa mientras estuvo apresado, tampoco deja huella alguna sobre el ajedrez en sus escritos (95).47 El primero que sí lo hace, según Holm, es Antonio de Herrera, quien escribe lo siguiente en su Historia General de los Hechos de los Castellanos en las Islas y Tierra Firme del Mar Océano:48 (E)ntreteniéndose los Castellanos en diferentes cosas, aunque el principal era el juego; y para escusar los inconvenientes, que nacen de él, había el Gobernador nombrado por Alcalde Mayor á Juan de Porras; y algunos días después hizo su Teniente al Capitán Hernando de Soto, que era de los que más agradaban á Atahuallpa, y todos procuraban darle contento, y se entretenían en su conversación, porque havia aprendido á jugar al Axedrez, y los Dados, y hablaba admirablemente, y preguntaba cosas donosas, y agudas. (qtd. in Holm 96) Sin embargo, este testimonio no goza de la aprobación de Holm, que sospecha de la veracidad de dicho comentario porque fue escrito por alguien que jamás pisó el Nuevo Mundo y que de sus fuentes escritas, algunas desconocidas, “tomó libremente lo 47 Aunque de manera menos detallada, Holm también apunta que Pedro Cieza de León, Juan Ortiz de Zárate, Cristóbal de Molina, Pedro Sarmiento de Gamboa, Miguel Cabello Valboa, Fray Martín de Murúa y el Inca Garcilaso de la Vega “no nos relatan nada respecto a un probable entretenimiento real en forma de juego en la cárcel” (96). Como se demuestra en este trabajo, Cieza de León sí deja por escrito que Atahualpa juega al ajedrez, aunque es probable que la tercera parte de su Crónica del Perú fuera transcrita y hecha pública una vez que Holm hubiera concluido su investigación. 48 Como se apunta en el primer capítulo, Holm demuestra que cuando Felipe Guaman Poma de Ayala afirma que Atahualpa “jugaua con ellos en el juego de axedres q. ellos les llaman taptana” no quería decir en realidad que el rey inca jugaba al ajedrez con sus captores, sino al taptana, un juego nativo que se correspondería por su similitud con el tres en raya actual (29-32). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 70 que le convenía,” pasándolo todo “a su estilo particular, tan diferente del de los nuevos cronistas, que no fueron hombres letrados” (96).49 Más de dos siglos después, en 1847, William H. Prescott tomaría el recuento de Herrera y en su Historia de la Conquista del Perú magnificaría aún más la hipótesis que nos ocupa. “Según Prescott el Inca aprendió a jugar a los dados y al ajedrez, y de este último el prisionero real se hizo experto, y pasó las largas horas de su confinamiento muy divertido con este juego,” recoge Holm, quien puntualiza que este historiador, que tenía una clara inclinación hacia el discurso narrativo, “influenció sobre muchos historiadores y escritores posteriores” (97).50 Espinosa, Andagoya y Cieza de León desdicen a Holm El planteamiento de Holm es eminentemente positivista. Fundamenta su tesis en función únicamente del material tangible al que tiene acceso durante su investigación. En su opinión, el hecho de que ninguno de los primeros textos que trascendieron sobre la captura y muerte de Atahualpa hiciera mención alguna al ajedrez, y que tal vinculación sólo apareciera setenta años después en la obra de un historiador que no se caracterizaba precisamente por su minuciosidad a la hora de retratar la realidad, es motivo más que suficiente para asegurar con la contundencia que lo hace que el rey inca 49 Según Holm, en el texto de Herrera, así como en los de todos aquellos que dieron por cierto todo lo que él escribió, se evidencia “la necesidad de dar la impresión ante la Corona y la posteridad de que el último Inca gozó de un tratamiento preferencial y humano por parte de los españoles, hasta que su vida tuvo un abrupto” (91). 50 Concretamente, Prescott señala lo siguiente: “Atahuallpa in his confinement continued to receive the same respectful treatment from the Spaniards as hitherto. They taught him to play with dice, and the more intricate game of chess, in which the royal captive became expert, and loved to beguile with it the tedious hours of his imprisonment” (441). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 71 nunca practicó este juego. A primera vista, el análisis que realiza en su artículo es sólido y llega a resultar hasta convincente, si bien es cierto que su negación, sin dejar resquicio alguno a una posibilidad contraria a la que él defiende, se antoja demasiado severa y atrevida, sobre todo desde el mismo instante en que se comprueba que los textos de Espinosa, Andagoya y Cieza de León, para mí claves en este caso, no han formado parte de la bibliografía de su trabajo. Holm se alinea con la etnohistoria, disciplina que, en sus propias palabras, “actúa como un catalizador en la historiografía y la antropología” y es de gran importancia en lo que él llama “la americanística.” Desde su punto de vista, la etnohistoria “se nutre por excelencia de las fuentes escritas justamente en la época del contacto, y con el estudio y la interpretación de ellas se establece una cooperación entre los historiadores y antropólogos” (“Introduction” 7). En su opinión, esta aproximación interdisciplinar es la clave para un mejor conocimiento de la realidad andina y de lo sucedido durante la conquista del Perú: En vista de que existen aún millares de forjas de manuscritos en los archivos, sin estudiar, no necesariamente códices, crónicas o relaciones, sino documentos quizás más triviales tales como visitas, escrituras, testamentos, juicios, pleitos, etc. de la vida diaria, podemos comprender que en esos está la vida diaria de aquella época y también hay frecuentemente tantas referencias a la vida precontacto que se permite reconstruir la vida andina antes de la llegada de los españoles. Con el conocimiento de estos datos es que podemos escribir la historia con mayor veracidad en lugar de repetir lo ya dicho ad infinitum o lo que quizá es peor todavía escribir la historia con una tendencia filosófica, política o con una influencia socio-económica del momento, completamente alejada del contenido de las fuentes antiguas y de la realidad andina. (“Introduction” 7) Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 72 De acuerdo a esta declaración de principios publicada en 1976, Holm rechaza de lleno cualquier interpretación o reflexión que trate de ir más allá de lo que aparece textualmente en los manuscritos. Para él lo único válido es lo que quedó por escrito, pues, tal y como entiende su oficio, son esos testimonios inmortalizados con tinta sobre el papel los únicos que a ciencia cierta pueden hacer la distinción entre la verdad y la especulación. Al margen de discrepar considerablemente sobre esa premisa que él establece, entiendo que el primer gran error que comete Holm es dar por hecho que las únicas pruebas que hubo, hay y habrá son las que él tuvo a su alcance o de las que tuvo conocimiento. Sin duda, tal presunción es tremendamente arriesgada, ya que nunca debe descartarse por completo que en cualquier momento salga a la luz algún documento inédito con información clave que bien pueda aportar datos muy valiosos sobre un tema determinado o que, por el contrario, induzca a un cambio de opinión o a la reinterpretación del mismo. Precisamente, eso es lo que estimo que sucede en este caso concreto: a los documentos de Espinosa, Andagoya y Cieza de León, previsiblemente desconocidos para Holm, se les supone tanto peso específico en este asunto que por sí solos debilitan considerablemente la tesis de este crítico. El primero de estos manuscritos es una carta recogida por Raúl Porras Barrenechea que el adelantado Gaspar de Espinosa envió desde Panamá a Francisco de los Cobos, secretario de Estado y mano derecha del emperador Carlos I. La misiva está fechada el 1 de agosto de 1533, tan sólo unos días antes de que, el 29 de ese mismo mes, fuera ejecutada la condena a muerte que se le impuso a Atahualpa. En dicha nota, Gaspar Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 73 de Espinosa informa al comendador, que se encontraba en España, que habían recibido unas cartas en las que se anunciaba “la gran nueva de lo descubierto en las provyncias del Perú por el Gobernador e Adelantado Don Francisco Pizarro e Capitan e Mariscal don Diego de Almagro su compañero e los españoles que con ellos están.” Espinosa dice no querer entrar en muchos detalles porque éstos los daría Cristóbal de Mena en la pertinente relación que redactaría para la Corona, por lo que tan sólo “en suma” desea trasladarle “lo más notable,” que no es otra cosa que “fue Dios servido de dalles en las manos el mayor Señor de toda la tierra, ques un cacique que se dice Tubanco e con él pasados de dos millones de pesos de oro de minas por fundir, mucha cantidad en que ay granos de a diez e de a ocho libras.” Tubanco es el nombre que, inicialmente, Espinosa da a Atahualpa, quien a continuación queda descrito de la siguiente manera: “(L)a persona del cacique es la mas entendida e de mas capacidad que se a visto e muy amigo de saber e entender nuestras cosas; es tanta, que xuega al ajedrez harto bien” (qtd. in Cartas del Perú 65-66). Espinosa era ya por aquel entonces un conquistador con una más que notable trayectoria en el Nuevo Mundo. Tal y como indica Soledad Acosta de Samper, se había convertido en uno de los hombres de confianza de Pedrarias Dávila, al que había acompañado en la fundación de la ciudad de Panamá en 1518.51 Gracias a sus exploraciones y conquistas por Centroamérica, Espinosa amasó una gran fortuna, que, unida a su “generosidad” con la Corona española, le valió un lugar privilegiado en la Corte. De vuelta a América, desde Panamá “había ayudado con sus caudales á la 51 Anteriormente, había sido uno de los protectores de Vasco Núñez de Balboa, al que, a instancias de Pedrarias Dávila, terminaría procesando y sentenciando a muerte. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 74 expedición de Pizarro y Almagro, y tuvo el mayor interés en que se aviniesen estos dos Conquistadores” en el Perú, adonde llegaría poco tiempo después para morir finalmente en Cuzco en 1537 (405). Porras Barrenechea considera que Espinosa, así como el licenciado La Gama, son “(l)os más constantes y solventes informadores, por su alta posición y por los informantes que tienen en la propia expedición.” En su opinión, éstos “recogen los mejores datos” por la autoridad que tenían. Por eso, entiende que las cartas de Espinosa -de las ocho conservadas, seis van dirigidas al rey- son “verdaderas relaciones de todo lo ocurrido en la tierra descubierta” ya que el propio monarca le había ordenado por cédula de 19 de marzo de 1533 que le informara a través de una relación de todo lo que aconteciera en aquella región. Este historiador señala que la amistad declarada de Espinosa con Francisco Pizarro “hace pensar que el Licenciado recibiera noticias directas del mismo Pizarro, y las transcribiera en sus cartas lo más fielmente posible,” y termina apuntando que Espinosa, a quien “se le respetaba como a uno de los más antiguos vecinos” de Panamá, era un “hombre de dinero e influencia en la Corte” (Relaciones primitivas 37-38). Existe también la posibilidad de que el informante de Espinosa fuera Hernando de Soto y no Pizarro. A efectos prácticos es casi lo mismo, ya que Soto era uno de los capitanes principales de la expedición comandada por Pizarro y ambos vivieron juntos lo que sucedió con Atahualpa desde que fuera capturado en Cajamarca. La hipótesis de Soto como informante se fundamenta en que él también conocía a Espinosa, pues había luchado junto a él y Pizarro en Panamá a las órdenes de Pedrarias Dávila (Blanco Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 75 Castilla 53). Además, según Antonio de Herrera, Soto era uno de los españoles que tenía un trato más cercano con Atahualpa, por lo que podría haber sido uno de los que hubiera jugado al ajedrez con él. Como ya se ha indicado, el segundo testimonio que relaciona a Atahualpa con el ajedrez y que no está incluido en el artículo de Holm procede de Pascual de Andagoya, otro conquistador español que acompañó a Pedrarias Dávila por Centroamérica y que también coincidiría con Espinosa en Panamá.52 En su relación de 1545, titulada Relación de los sucesos de Pedrarias Dávila en las Provincias de Tierra Firme o Castilla del Oro, y de lo ocurrido en el descubrimiento de la mar del Sur y costas del Perú y Nicaragua, Andagoya recurre al ajedrez para ensalzar la figura de Atahualpa justo en el pasaje en el que refleja críticamente la traición que éste sufrió por parte de Pizarro y que a la postre terminaría costándole la vida: Y dicho al Atabalica, les dijo que era mentira y que estuviesen ciertos que no se movería indio en toda la tierra sin su mandado; y que cuando algo viesen, que entonces lo matasen; y para certificarse, que enviasen a el campo donde decían que estaba la gente a saber si era verdad; y para esto salió el capitán Soto con cierta gente; y como la cosa era ordenada por el Pizarro y los que le aconsejaban, antes que el Soto volviese con la respuesta le mataron. El cual dijo grandes cosas al tiempo de su muerte sobre la palabra que le habían quebrantado. Era tan señor que, jugando al ajedrez con un español, ponía vasos de oro contra alguna cosa del español, y si ganaba no llevaba lo que ponía el español, y lo que él perdía lo daba luego; y un día el gobernador mandó tomar aquellos vasos y echarlos en la casa del depósito; y como él lo supo le dijo que por qué hacía echar allí lo que el otro le ganaba; 52 Porras Barrenechea ofrece algunos datos relevantes sobre la relación que existía entre estos tres conquistadores. Por ejemplo, de Pascual de Andagoya dice que “(m)ientras gobernó Pedrarias, gozó de posición preeminente y se enriqueció” ( “Relaciones Primitivas” 23) e indica que reemplazó a Gaspar de Espinosa al frente de la Gobernación del río San Juan una vez que éste había fallecido (“Relaciones Primitivas” 24). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 76 que no pensase que no había de cumplir con él lo que había prometido; que le hiciese volver al otro lo que le había ganado; y que en aquello le hacía creer que no era gran señor. (119) 53 54 En opinión de Porras Barrenechea, los manuscritos de Espinosa y Andagoya, por el mero hecho de que ambos se encontraban en Panamá durante este momento inicial de la conquista de Perú, son fuentes de información muy fiables: Panamá era punto de partida y de aprovisionamiento de las expediciones descubridoras de Nicaragua y del Perú. Del Gobernador y de los Oficiales Reales de Panamá dependían los capitanes de esos descubrimientos y a ellos tenían que rendir cuenta inmediata de sus actos. De allí que la mayor parte de las noticias del Perú fueran conocidas en España a través de las cartas de Panamá, sin perjuicio de las que los propios capitanes dirigían por su cuenta al Rey. (Relaciones Primitivas 36) 53 Pascual de Andagoya, siempre bajo la protección de Pedrarias Dávila, fue adquiriendo progresivamente más y más peso en la vida política de Panamá. Rápidamente prosperó con sus negocios y no tardó mucho en convertirse en regidor del ayuntamiento de la ciudad de Panamá, mientras que poco después fue nombrado visitador general de indios. Su poderío económico era tal que, en 1522, organiza una expedición que sería trascendental en el devenir de los acontecimientos, ya que “en ella se obtienen las primeras informaciones precisas sobre la existencia de un imperio potentísimo y riquísimo, con un nombre que canta como dice Chaunu: el Birú, Pirú y finalmente el Perú, y sus habitantes, los incas”. Sin embargo, un desgraciado accidente, que a punto estuvo de costarle la vida y que lo dejaría físicamente muy mermado durante tres años, provocó que, “ante los ruegos de Pedrarias”, Andagoya traspasara “la licencia de exploración de aquellas tierras, y las informaciones recogidas durante su malograda expedición, a Pizarro, Almagro y al eclesiástico Luque, quienes se alzaron finalmente con la gloria, la fama y las riquezas que conllevó la conquista del imperio inca (Andagoya, and Blázquez 14). 54 Para Porras Barrenechea, la de Pascual de Andagoya es “una crónica tardía, escrita por un capitán que conoció a todos los actores de la conquista, pero que no fué (sic) al Perú sino después de escrita su crónica”. Además, añade: “Tuvo Andagoya una especial curiosidad por las costumbres de los pueblos indígenas y describió siempre con minuciosidad sus vestidos, sus armas, sus juegos, sus formas sociales y políticas y, particularmente, las creencias religiosas. Es el primer cronista etnógrafo. Sus datos son originalísimos en lo que se refiere a los países hasta entonces recorridos por él (Panamá, río San Juan, Popayán). En lo relativo al Imperio Inkaico recogió también la misma clase de datos, pero no por observación directa sino por referencias, lo que le quita originalidad a su relato” (“Relaciones primitivas” 27). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 77 Por último, está lo que apunta Cieza de León en el quincuagésimo capítulo de la tercera parte de su Crónica del Perú, que, bajo el título Descubrimiento y conquista del Perú, no empezó a salir a la luz pública, y de manera escalonada, hasta mediados del siglo XX. Cuando el cronista se refiere a la llegada de Almagro a Cajamarca -poco después se desatarían las hostilidades que acabaron con la muerte de Atahualpa-, comenta lo siguiente: Almagro visitó Atabalipa, hablándole muy bien, ofreciéndosele por buen amigo, de que el preso recibió conhorte. Y cuentan grandes cosas los españoles de este Atabalipa; porque sabía ya jugar al ajedrez, y entendía algo de nuestra lengua; preguntaba preguntas admirables, decía dichos agudos y algunos donosos. Deseaba, con todo esto ver recogido el tesoro, porque, cuando llegó Almagro se comenzaba a traer, y había en Caxamarca diez o doce cargas de oro.55 (173) A simple vista, la categórica tesis de Holm queda automáticamente en fuera de juego con estos tres escritos, pues, al margen de la relación directa que establecen entre Atahualpa y el ajedrez, todos ellos cumplen uno de los requisitos que impone este investigador: son textos que fueron redactados en la misma época en la que se produjo la toma de Cajamarca.56 Por tanto, Espinosa, Andagoya y Cieza de León no sólo 55 De acuerdo a Carmelo Sáenz de Santa María, Cieza de León es la principal fuente de información de Antonio de Herrera (Cieza de León 22-23), a quien Holm desacredita e identifica como el primer escritor español que relaciona a Atahualpa con el ajedrez. 56 Es de suponer que Olaf Holm no tuviera constancia de la carta de Gaspar de Espinosa ni de la relación de Pascual de Andagoya cuando realizó su investigación sobre este asunto a mediados de la década de los cincuenta del siglo pasado. En el caso contrario, su planteamiento quizá hubiera sido distinto. En cualquier caso, hay referencias bibliográficas que demuestran que ambos textos ya eran conocidos por aquel entonces. Raúl Porras Barrenechea publica Cartas del Perú en 1959, mientras que las primeras referencias bibliográficas encontradas sobre la relación de Andagoya se remontan al menos a 1865 (Narrative of the Proceedings of Pedrarias Dávila in the Provinces of Tierra Firm, or Castilla de Oro, Hakluyt Society, Vol. 34). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 78 cumplen con la exigencia temporal de Holm -son personajes coetáneos a los hechos desencadenados en la región andina en torno a los 1530s- sino que, además, y pese a no ser testigos de vista, es muy probable que tuvieran acceso directo a información privilegiada sobre lo que allí sucedía, sobre todo Espinosa, que jugó un papel protagónico en tan enjundioso proyecto. Resulta paradójico que el argumento de Holm, que se sustenta en la autoridad que él mismo otorga a la palabra escrita que proviene de las fuentes primarias que considera fiables, se tambalee precisamente por la entrada en escena de unos manuscritos que apuntan en sentido contrario al que se establece en su artículo. Por así decirlo, se produce una colisión, un enfrentamiento entre textos, y son las mismas reglas que establece el propio Holm -el poder que, a falta de otras pruebas físicas, concede exclusivamente a la escritura como valedora de la verdad-, las que cuestionan la validez de su tesis. Visto este desencuentro de escritos, varias preguntas nos asaltan. ¿Hasta qué punto la compleja realidad puede resumirse fehacientemente en la muy limitada finitud de una carta o una relación? ¿Acaso existe una única y absoluta verdad? ¿Acaso la escritura es la única vía autorizada para la transmisión de los hechos? ¿Qué convierte a una fuente colonial primaria en más creíble que otra? ¿Sería ese criterio realmente indiscutible? ¿Por qué ha de ser más cercano a la verdad lo escrito, por ejemplo, por Miguel de Estete que lo transmitido por Gaspar de Espinosa, Pascual de Andagoya o Pedro Cieza de León?57 57 El artículo de Holm, en realidad, viene motivado por el grabado que Felipe Guaman Poma de Ayala realiza en el folio 387 de El primer nueva corónica i buen gobierno, en el que retrata a Atahualpa jugando con uno de sus captores a un juego de tablero. El descubrimiento de este ejemplar único en Det Kongelige Bibliotek (Copenhague, Dinamarca) en 1908 revolucionó durante las siguientes décadas los estudios Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 79 Este escenario plagado de interrogantes conduce irremediablemente a la reflexión que Antonio Cornejo Polar hace al comienzo de su ensayo Escribir en el aire, en el que profundiza sobre esa divergencia entre la oralidad y la escritura que provoca la conformación híbrida o heterogénea de la literatura latinoamericana. El crítico establece que la escritura irrumpió en el Perú, su país de origen, “no tanto como un sistema de comunicación sino dentro del horizonte del orden y la autoridad, como si su único significado posible fuera el Poder” (48).58 Es decir, allí donde hasta la llegada de los conquistadores sólo se había practicado la oralidad, la palabra escrita se convirtió en sinónimo de dominio y de imposición de lo español sobre lo indígena, siendo elevada a la categoría de verdad absoluta e incuestionable por el simple hecho de ser la representación física o el documento tangible que recogía la voz y la ley españolas. Aun siendo irrebatible el planteamiento de Cornejo Polar, el caso que aquí nos ocupa da pie a un oportuno y necesario inciso sobre el mismo: mientras que la supremacía de la palabra escrita (la voz de los dominadores) sobre la tradición oral (la voz de los dominados) ha sido tan evidente como determinante en la conformación del relato histórico de la conquista que ha llegado hasta nuestros días, no es menos cierto sobre la conquista del Perú. Es, por tanto, en ese contexto en el que se encuadra el trabajo de Holm, quien, como ya se indica en el primer capítulo de esta tesina, demuestra que cuando Guaman Poma dice que Atahualpa “jugaua con ellos en el juego de axedres q. ellos les llaman taptana” en realidad no quería decir que el rey inca jugaba al ajedrez con sus captores, sino al taptana, un juego indígena que se correspondería por su similitud con el tres en raya actual (29-32). Para reforzar su afirmación, Holm, que era fundamentalmente arqueólogo, incluye un antiguo tablero de taptana, hecho de piedra arenisca, como el que habrían utilizado alguna que otra vez Atahualpa y sus captores (Holm 102-103). 58 Casualmente, Cornejo Polar sitúa el “grado cero” (36) de dicha ruptura entre la oralidad indígena y la escritura española en los incidentes que se desencadenaron en Cajamarca en la tarde del 16 de noviembre de 1532, cuando Atahualpa, de acuerdo siempre a la visión de los cronistas españoles que relataron estos acontecimientos, despreció un libro religioso que le había entregado el Padre Vicente Valverde. Atahualpa, que jamás había tenido antes un libro entre sus manos, lógicamente no reaccionó como hubieran deseado los conquistadores españoles, que inmediatamente procedieron a su detención. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 80 que entre los manuscritos españoles también se ha producido una lógica disparidad de contenido que, incluso, en las situaciones más extremas, ha obligado a los críticos a dudar o replantearse la fiabilidad de estos textos. El ejemplo más paradigmático de esta falta de concordancia es la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, donde Bartolomé de las Casas describe una realidad de la conquista que nada tiene que ver con lo que es común entre los otros cronistas. Salvando las distancias, en este trabajo es palpable cómo esa falta de unanimidad entre las diferentes versiones de un mismo hecho es prácticamente consustancial a cualquier detalle relacionado con la conquista, de ahí que, ante semejante conflicto entre voces dominadoras, la postura más razonable sea la de la imparcialidad. El cronista español y sus circunstancias y motivaciones En cierto sentido, Holm, a mediados del siglo XX, sigue dándole esa privilegiada consideración a los manuscritos redactados sobre lo que haya podido transmitirse a través de la oralidad. Para él, todo empieza y todo acaba en lo tangible, si bien es cierto que al asegurar que Atahualpa “jamás jugó al ajedrez” se toma la licencia de desacreditar algunos documentos que proclaman lo contrario porque sus coordenadas espaciotemporales distan de las de los hechos estudiados. Al margen de esta discutible filtración, el gran problema que pone en entredicho la tesis de Holm son los documentos, para él desconocidos, de Espinosa, Andagoya y Cieza de León. Con ello no quiero decir que la mera existencia de estos testimonios sea suficiente para desacreditar inmediatamente a Holm y dar por cierto lo que estos conquistadores relatan, puesto que Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 81 no debe obviarse una premisa que está sobradamente aceptada entre los colonialistas: detrás de cada documento original escrito en o sobre el Nuevo Mundo existían por norma general unos intereses personales de distinta índole que, bien por omisión, exageración o mitificación, dieron como resultado un retrato ambiguo o distorsionado de la realidad con la que se toparon los españoles y de los hechos que allí sucedieron. Partiendo de esta premisa, es preciso señalar que el caso concreto de Espinosa recuerda muy especialmente a lo que Beatriz Pastor denomina “la instrumentalización de la realidad.” Para esta autora, se aprecia una clara tendencia por parte del grueso de los conquistadores españoles hacia una “deformación profunda” de la realidad del Nuevo Mundo con “fines estrictamente comerciales” (45).59 Esa propensión conduce a una “ficcionalización” que tiene como resultado “una creación verbal mucho más próxima a la ficción que a la realidad que pretende fielmente representar” (62): El uso sistemático de un proceso de selección que excluye todo lo que no interesa y reduce la realidad descubierta a los elementos de interés comercial para Europa se conjuga con la sustitución sistemática y voluntarista de ‘lo que es’ por ‘lo que se quiere que sea’, para completarse con la afirmación de una serie de equivalencias que, ligando el modo de representación a una ideología que trasciende los límites del personaje, equipara definitivamente la identidad de todos los aspectos de la realidad del Nuevo Mundo a la función de mercancías que pretende imponérseles de acuerdo con las necesidades del mercado occidental. (62-63) Se sabe que Espinosa, sin ir más lejos, había regresado a América con la bendición de la Corona y, en un guiño ni mucho menos gratuito hacia Carlos I, rey de 59 Para desarrollar su planteamiento, Pastor se centra en el análisis de los documentos que llevaron la firma de Cristóbal Colón, pues, por tratarse del primer conquistador de América, en ellos se manifiestan estas premisas de manera más clara. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 82 la España moderna temprana, había puesto sobre la mesa parte de su dinero para financiar el asalto de Pizarro y Almagro al Perú. Dicha carta bien pudo ser el primer reporte que llegó a la península ibérica sobre el éxito de tan relevante operación política y militar en unos territorios que, hasta ese momento, no habían sido explorados y que a la postre reportarían pingües beneficios a todas las partes implicadas, incluidos, cómo no, tanto Espinosa como la propia Corona. ¿Qué explica o justifica que Espinosa incluyera la anécdota del ajedrez en un texto tan breve? Cualquier respuesta que se ofrezca al respecto sólo deja de ser una suposición, ya que es imposible concluir a ciencia cierta qué pasaba por la mente de este conquistador para hacer tan sugestivo comentario. Pese a ello, e independientemente de la veracidad o no de ese anuncio sobre la facilidad de Atahualpa para jugar al ajedrez, estimo que esa mención distendida y en apariencia intrascendente es, en realidad, muy significativa, ya que muestra una clara intencionalidad por parte del autor. Por un lado, interpreto que, informando de la vertiente ajedrecística de Atahualpa, Espinosa buscaba generar simpatía entre la Corona española y su homólogo inca, y más aun teniendo en cuenta que el ajedrez hasta ese momento siempre había estado especialmente ligado a las elites sociales.60 Por otro lado, la imagen de Atahualpa en torno a un tablero de ajedrez permitía visualizar desde España que Pizarro y los conquistadores que formaban su séquito, además de haberse hecho con el control de un área riquísima en recursos 60 Es muy probable que tanto Gaspar de Espinosa como Pascual de Andagoya jugaran al ajedrez. Tal extremo no está contrastado, pero, al margen de la popularidad que el ajedrez había alcanzado a principios del siglo XVI en España y en toda Europa, hay un dato que hace suponerlo: ambos desarrollaron buena parte de sus respectivas carreras como conquistadores a la vera de Pedrarias Dávila, que, como quedó demostrado en el primer capítulo, practicaba este juego con frecuencia (página 25). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 83 naturales, gozaban de la cordialidad del líder indígena. Esto en absoluto era un asunto baladí en términos puramente estratégicos, ya que la complicidad de la máxima autoridad de los incas podía ser interpretada como sinónimo de tranquilidad y ausencia de peligro o amenazas en este nuevo e importante paso hacia delante en América. De hecho, el propio Espinosa, justo después de informar de las capacidades del líder indígena, añade en su carta una valoración muy elocuente al respecto: “(C)on tener esto en su poder, toda la tierra está queda e anda un xpiano e dos, ciento e doze leguas; por esta se puede dezir ques mucha mas cosa la verdad que lo que se dize” (qtd. in Cartas del Perú 65-66). Como quiera que fuese, es preciso incidir sobre el clima de euforia en el que esta carta de Espinosa fue escrita, ya que a Panamá acababan de llegar las primeras noticias sobre el éxito de la primera expedición española en suelo peruano y aún no se habían desencadenado las tensiones que se producirían muy poco tiempo después y que precipitarían la muerte de Atahualpa. Ésta fue muy controvertida en tanto en cuanto evidenció una importante división entre los conquistadores españoles que se encontraban en Cajamarca y también porque impidió que el rey inca, como era deseo del rey emperador Carlos I, hubiera viajado hasta España. Desde luego, no debe pasarse por alto que, de todos los manuscritos fechados y localizados en las proximidades de los sucesos de Cajamarca, los de Espinosa, Andagoya y Cieza de León son los tres únicos documentos (de los que se tiene constancia) que unen al rey inca con el ajedrez. Por ejemplo, el citado Cristóbal de Mena no hace ninguna referencia a este asunto en su relación, que en la línea del tiempo Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 84 quedaría ubicada muy poco después de la carta de Espinosa y considerablemente antes de la relación de Andagoya. De hecho, sobre Mena recae el honor de haber escrito la primera relación que narró la conquista del Perú, siendo publicada de manera anónima en abril de 1534 en Sevilla.61 Para Porras Barrenechea, la importancia de este primer relato relativamente extenso reside en que es “el más inmediato de todos,” que “en él la verdad no ha tenido aún tiempo para ser deformada,” y que, al ser un testimonio “espontáneo,” “(n)o se trata de una versión oficial como las de Xerez o de Sancho, adaptadas necesariamente a las conveniencias políticas de la expedición y a la defensa de lo hecho” (Relaciones Primitivas 50). En su relación, Mena, que había quedado muy descontento con el reparto que se había producido en Cajamarca, no dedica una sola línea a describir el comportamiento de Atahualpa ni a la relación que tuvo con los españoles durante los meses que estuvo preso, por lo que su fotografía del líder indígena difiere de la que hacen tanto Espinosa como Andagoya y Cieza de León: mientras que Mena afirma que la muerte de Atahualpa estaba justificada -“el qual lo merecia,” dice textualmente (qtd. in Relaciones Primitivas 99)-, Espinosa y Cieza de León hacen una brevísima descripción muy favorable del inca destacando su inteligencia y su gusto por las cosas propiamente españolas como el ajedrez, y Andagoya denuncia que su muerte no estaba justificada bajo ningún concepto. 61 La identificación entre el anónimo sevillano y Cristóbal de Mena corresponde a Porras Barrenechea, quien apunta que este conquistador fue uno de los primeros en regresar a España tras la toma de Cajamarca y que, como él mismo dejaría de manifiesto en su relación, lo hizo muy resentido con Pizarro: “(E)ra un descontento del reparto y que ésta fué la razón de su retiro de la empresa conquistadora.” (Relaciones Primitivas 47). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 85 Dicha ausencia de menciones sobre el ajedrez es igualmente significativa cuando se comprueba que los descendientes directos de Atahualpa tampoco comentan nada al respecto. Así, por ejemplo, no hay rastro de la palabra ajedrez en el libro Notas y documentos sobre miembros de la familia del inca Atahualpa en el siglo XVI, en el que Udo Oberem recopila las transcripciones de las probanzas que algunos de los muchos portadores de la sangre de Atahualpa firmaron reclamando algún repartimiento o hacienda que les permitiera subsistir y salir de la pobreza en la que decían que se encontraban. Básicamente, el contenido de estas probanzas sigue siempre el mismo patrón y quienes las solicitan, más que detenerse en detalles menores o aparentemente secundarios, basan su solicitud en respuestas que respaldan sus peticiones. Por ejemplo, en estos documentos puede leerse repetidas veces que Atahualpa era el señor del vasto imperio incaico antes de que se produjera la conquista y que gozaba de muchos dominios y privilegios en ella; que había entregado grandes cantidades de oro y plata a los españoles, quienes se repartieron tan preciado botín; que tenía muchas mujeres, las cuales habían estado junto a él durante su cautiverio y no eran accesibles a ningún cacique; que, antes de morir, encomendó a Pizarro el cuidado de sus hijos; y que testigos de diversa índole corroboran que quienes presentan dichas probanzas confirman la descendencia de éstos, y hasta el parentesco físico, respecto al rey inca. Del mismo modo, no hay rastro del ajedrez en las declaraciones de méritos y servicios que consultadas en el Archivo General de Indias en Sevilla, España. Éstas fueron remitidas por algunos de los soldados españoles que participaron en el asalto a Cajamarca o que, incluso, estuvieron presentes en la prisión de Atahualpa. Son los Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 86 casos, por ejemplo, de Diego de Agüero, Francisco López, Tomás Vázquez, Mancio Sierra de Leguizamo, Francisco de Baena, Pedro de Barrantes, Juan y Jerónimo de Aliaga, y Diego de Figueroa. Ninguno de estos protagonistas activos en el inicio de la conquista del Perú dice nada al respecto. ¿Acaso para ellos no era significativo que Atahualpa fuera una persona brillante y que supiera jugar al ajedrez? Puede que no o que consideraran irrelevante este tipo de información en unos escritos que, en realidad, tenían un propósito bien claro y bien distinto. El hecho de que Espinosa y Andagoya muy seguramente bebieran de la misma fuente de información –ya fuera Pizarro o Soto- y que entre ambos hubiera una cercanía incuestionable –Andagoya ocupa el puesto de Espinosa en Panamá cuando éste muere-, puede sembrar también lógicas dudas sobre la veracidad de sus testimonios. Sin embargo, hay una serie de detalles muy significativos que demuestran que el papel que tiene el ajedrez en sus textos no es exactamente el mismo, por lo que aparentemente pierde fuerza la teoría de que tales referencias sean inventadas. Para empezar, hay una diferencia de diez años entre la carta de Espinosa y la publicación de la relación de Andagoya, por lo que cada uno escribe su texto en una etapa distinta de ese momento histórico que fue la conquista del Perú –mientras Espinosa emplea verbos en tiempo presente, Andagoya recurre al pretérito-. Además, Espinosa, como ya se ha explicado, era parte muy interesada en la operación de Pizarro y Almagro, y envió su carta con el propósito de dibujar un escenario idílico a la Corona española –la mención que hace del ajedrez contribuye a ello- justo antes de que se matara a Atahualpa y se desencadenaran los problemas entre Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 87 los dos bandos de conquistadores. Por su parte, el relato de Andagoya tiene una función completamente distinta, ya que entre sus objetivos está resumir cómo se produjo el avance español en el Perú. Andagoya, conquistador marcado por el infortunio, ve con lógico recelo lo que consumaron Pizarro y Almagro, y de sus palabras se deduce una crítica a la manera en la que los españoles, y más concretamente Pizarro, se deshicieron del rey inca. No en vano, escribe que Atahualpa “dijo grandes cosas al tiempo de su muerte sobre la palabra que le habían quebrantado” y realmente recurre al ajedrez para demostrar cuán “tan señor” era y dejar de manifiesto que Pizarro, a ojos del propio Atahualpa, “no era gran señor” (119).62 Por último, hay un tercer punto no menos importante a la hora de distanciar el recurso del ajedrez en Espinosa y en Andagoya. Básicamente, los dos aportan matices diferentes sobre el rey inca: por un lado, Espinosa se limita a resaltar que Atahualpa “xuega al ajedrez harto bien” con tal de probar que muestra simpatía hacia lo español -“(m)uy amigo de saber e entender nuestras cosas” (66)-, y por el otro, Andagoya destaca la nobleza y la generosidad del inca frente a la desconfianza que a él le inspiraba Pizarro. La importancia del testimonio de Cieza de León no se limita exclusivamente a lo que dice sobre Atahualpa y el ajedrez, sino también al hecho de que no se percibe una relación directa entre este cronista y los otros dos conquistadores. Pese a que sólo han 62 La responsabilidad de Francisco Pizarro en el controvertido final de Atahualpa no está del todo clara. Incluso hubo diversidad de opiniones entre los primeros cronistas españoles. Como ya se ha anotado, Cristóbal de Mena declara que dicha sentencia contra el rey inca estaba totalmente justificada, mientras que, por el contrario, el punto de vista de Juan Ruiz de Arce se asemeja al de Pascual de Andagoya: “Él cumplió, como señor, aunque no se hizo con él como era razón. La causa fue porque unos oficiales del Rey, que allí estaban aconsejaron al Gobernador que le matase, y luego estaría la tierra llana. Y para matarle usó el gobernador de una cautela con los conquistadores: que los envió a descubrir tierra y quedóse con aquellos que fueron en consejo de su muerte” (qtd. in Bravo Guerreira 91-92). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 88 trascendido una serie de datos muy básicos de su biografía, es harto improbable que Cieza de León, que pisó suelo americano por primera vez en torno a 1935 y pasó la primera etapa de su aventura americana por lo que es hoy Colombia, conociera personalmente a Espinosa, que falleció en Cuzco en 1537. Este detalle es muy relevante, ya que, teniendo en cuenta que las referencias sobre el rey inca y el ajedrez que dan uno y otro son muy similares, descartaría casi por completo la posibilidad de que Espinosa hubiera sido el informante directo de Cieza de León. Esto es, si ambos transmiten prácticamente lo mismo pero nunca estuvieron juntos, es asumible que esas llamativas virtudes que ellos y Andagoya proclaman sobre Atahualpa no fueran ningún secreto. Tampoco parece factible que Cieza de León conociera de primera mano a Andagoya. Se sabe que entró en el Perú con la expedición de Pedro de la Gasca y que en abril de 1548 asistió a la batalla de Jaquijahuana, que enfrentó a las fuerzas de dicho conquistador con las de Gonzalo Pizarro, muy cerca de Cuzco, donde unos meses más tarde fallecería Andagoya. Si hubo algún contacto directo entre ambos, sólo pudo ser en ese momento, aunque es de suponer que cuando Cieza de León recabó más información relacionada con la conquista del Perú fue en la Ciudad de los Reyes, actual Lima, adonde llegó poco después y fue nombrado cronista oficial de las Indias. De lo que no hay ninguna duda es que los tres conquistadores reflejan en la figura de Atahualpa una alteridad que nada tiene que ver con lo que era común en el discurso colonial hispanoamericano. Según Rolena Adorno, en los escritos salidos tanto de manos españolas como indígenas, predomina por norma general “la necesidad de diferenciar jerárquicamente el sujeto del otro” para, de esta forma, “establecer y fijar las Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 89 fronteras de la identidad” que separan y distinguen a conquistadores de conquistados (66). Normalmente, esa diferenciación se realiza asignándole “un valor inferior y por consiguiente, relativamente negativo” al representante, o representantes, del otro grupo (66-67). Sin embargo, en el Atahualpa ajedrecista que muestran Espinosa, Andagoya y Cieza de León se observa todo lo contrario: su capacidad para practicar el ajedrez, juego propio y distintivo de los españoles, lo acerca más que lo aleja al estereotipo a partir del cual los conquistadores juzgaban a los otros, y que estaba esencialmente basado en “los valores de la cultura masculina, caballeresca y cristiana” (56). En este momento es preciso volver a recuperar las palabras de Espinosa cuando, justo antes de resaltar que Atahualpa “xuega al ajedrez harto bien,” apunta que “la persona del cacique es la mas entendida e de mas capacidad que se ha visto e muy amigo de saber e entender nuestras cosas” (qtd. in Cartas del Perú 65-66). Igualmente, es necesario rescatar igualmente lo que dice Cieza de León, que “sabía ya jugar al ajedrez, y entendía algo de nuestra lengua; preguntaba preguntas admirables, decía dichos agudos y algunos donosos” (173). Si la mentalidad europea clasificaba a la nueva humanidad dependiendo de su grado de similitud u oposición respecto a los esquemas antropológicos escolásticos (Adorno 55-56), no cabe duda de que estos testimonios muestran a un rey inca que, por ser “muy amigo de saber e entender nuestras cosas” y “preguntar preguntas admirables,” encaja perfectamente con el modelo español y, sobre todo, tiene derecho a ser incluido entre la gente de razón. Así las cosas, la idea que transmiten Espinosa y Cieza de León es diametralmente opuesta a los principios de Juan Ginés de Sepúlveda, quien, guiado por los valores Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 90 militares caballerescos y basándose en lo que había sucedido en México, defendió la superioridad de los europeos sobre los indígenas “en ingenio, habilidad, fortaleza de ánimo y virtud” (qtd. in Adorno 58). Igualmente, la imagen de un Atahualpa capaz de dar la talla en un juego en el que prima la capacidad de cálculo y razonamiento choca por completo con las teorías del padre Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, en las que se consideraba que el amerindio era “adulto en lo físico pero mental y psicológicamente un niño” y que, por eso, “era socialmente inferior y necesitaba la dirección de otros” (Adorno 61). De indicios de veracidad a la creación de una leyenda La carta de Espinosa, la relación de Andagoya, la crónica de Cieza de León y, por qué no también, el posterior texto de Antonio de Herrera, fueron el origen de la creación de la imagen del Atahualpa ajedrecista. Sin embargo, dos autores muy posteriores a estos tres primeros tuvieron una especial relevancia en la consolidación y popularización de este asunto como parte de la caracterización adjudicada al rey inca. El primero de ellos fue William H. Prescott, quien, como quedó dicho anteriormente, hizo referencia a esta supuesta facultad de Atahualpa en su reconocido A History of the Conquest of Peru (1874). Este prestigioso e influyente historiador americano se convertiría en uno de los grandes referentes de Ricardo Palma, quien “sintió alto respeto” por su obra y se encargaría de sobredimensionar en todos los sentidos la relación que podría haber existido entre Atahualpa y el ajedrez (Winn 802). Lo consiguió por medio de su relato “Los incas ajedrecistas,” uno de los últimos textos que engrosó esas Tradiciones Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 91 peruanas que fue escribiendo durante décadas y que prácticamente terminarían convirtiéndose en un género propio.63 En dicha narrativa, Atahualpa no sólo sorprende a los que le rodean por su gran destreza a la hora de jugar al ajedrez (es la idea que transmiten los primeros manuscritos y de la que se hace eco Prescott) sino que, además, se deja entrever que tal maestría habría despertado una envidia insana en el tesorero Riquelme. Éste, en señal de venganza, habría apoyado decisivamente la muerte de Atahualpa en el juicio al que fue sometido y que se habría resuelto por un escaso margen de 13 votos contra 11.64 El texto de Palma debe ser ubicado entre esas “biografías noveladas sobre la vida y la muerte del último inca” a las que se refiere Holm (91). Para él, “Los incas ajedrecistas” pertenece al campo de la literatura, de ahí que le reste importancia en su investigación y apenas se limite a mencionarlo en su artículo. En su opinión, de las obras de Palma, Benjamín Carrión, Neptalí Zúñiga, Blanco Castilla y Jorge Carrera Andrade, entre otros, “es tan sólo natural esperar que un detalle como el mencionado es aún más elaborado,” ya que todos ellos “se toman las libertades,” “de acuerdo con lo permitido por el carácter de sus obras y por su época,” de inventar toda una historia a partir de un supuesto hecho real (97). La percepción de Holm sobre Palma es unánimemente compartida por la crítica actual. Leavitt afirma que “(a) tradición from Palma’s pen is a heady cocktail consisting 63 Para Sturgis E. Leawitt, la contribución de Ricardo Palma a la literatura hispanoamericana es “unique”: “(…) Palma developed a genre on his own, one of the few literary men in Spanish America about whom this can be said. He modelled this narrative form so well that it has defied imitation to this day” (353). 64 En realidad, dicha tradición consta de dos partes: en la primera, el protagonista es Atahualpa, mientras que la segunda está dedicada a Manco Inca, en cuyo trágico final –siempre según Palma- también tuvo que ver el ajedrez ya que su muerte se produjo en una disputa que se originó a partir de una discusión que tuvo en una partida que estaba jugando con unos españoles. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 92 of one part history and one part Palma, with dashes of jocose verse and folklore in varying proportions” (351). Para Ángel Flores, “(l)a proporción en que la historia interviene en la tradición es imposible de fijar si no se somete al escalpelo,” y al mismo tiempo subraya que “lo admirable es cómo la fantasía irreprimible de Palma, que lo hace falsear datos o suponer tal o cual escena inverosímil, no altera la vivencia histórica, que resulta fiel e inmejorable” (37). Por su parte, Ruth Sievers Thomas también se postula en esa misma dirección, ya que aclara que Palma “no despreció de ningún modo su propio genio literario” y que “escribió las Tradiciones con el intento de presentar leyendas y anécdotas y no una historia puntualmente fidedigna. Según esta autora, tan peculiar estilo le permitió esta libertad de invención, sin aprensión de censura” (465). Esta tendencia de Palma a recomponer libremente los tiempos pretéritos le valió fuertes críticas por parte de su más acérrimo rival, Manuel González Prada, quien instaba a poner las miras en el futuro del Perú y a frenar “la búsqueda en el pasado” (Podestá 128). El 30 de octubre de 1888, en el transcurso de un discurso ofrecido en el Teatro Olimpo, Prada lanzaría su ataque más severo contra Palma: “(E)n la prosa reina siempre la mala tradición, ese monstruo enjendrado por las falsificaciones agridulcetes de la historia i la caricatura microscópica de la novela” (qtd. in Podestá 129). El origen de esta inclinación de Palma parece estar en el “lazo de unión” que, de acuerdo a Conchita H. Winn, el literato peruano tuvo con las letras europeas.65 Esta 65 Winn describe a Palma como “(l)ector insaciable y ecléctico” (799) y recalca que devoró la literatura que se producía en todo el mundo. “Aparte de sus lecturas en español, se adentró en las literaturas de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Portugal, Alemania, Italia y el Brasil,” añade esta autora, al mismo tiempo que enfatiza que Palma era considerado como “una de las personas mejor informadas, sobre la literatura, en su época” (808). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 93 afinidad le hizo sentirse especialmente atraído por las obras del romanticismo, las cuales le sirvieron de “estímulo directo para su obra poética” (808).66 En Tradiciones peruanas, por tanto, confluyen dos instintos irrefrenables para él: por un lado, está su libertad creativa, su necesidad de dar rienda suelta a su imaginación; y por el otro, su deseo de recapitular y dejar por escrito la historia y el pasado en general de un país que disfrutaba de sus primeros años como república independiente después de haber estado sometido al dominio español por casi tres siglos. La unión de estos dos factores resultó en la creación de un buen número de relatos híbridos que, si bien tienen en mayor o menor medida un trasfondo real, son esencialmente textos literarios en los que la intervención y, sobre todo, el sello de Palma resultan evidentes. Así lo concluye Thomas: De todos los críticos de las Tradiciones, nadie podía censurarle a Palma el haber incluido lo que leía con lo que escribía, porque era tan hábil en el arte de incorporar toda concepción para formular un conjunto intrínseco, que siempre predominó su personalidad individual. (467) Habida cuenta de la profunda tradición oral consustancial a los pueblos andinos, la cual incluso sobrevivió al largo proceso de españolización en el que se vieron envueltos durante tanto tiempo, sería un sinsentido pensar que el ávido lector Palma sólo se nutrió de los innumerables libros que leyó o que consultó durante su vida. “Hay críticos que admiten que Palma, como tradicionalista, se sirvió de cuanta fuente utilizable le vino a la mano, de palabra o por escrito, y que pudiera darle el núcleo de 66 Para Prada, la obra y el estilo de Palma se alejaban de lo que, en su opinión, debía hacer un intelectual de su prestigio: “El Perú no cuenta hoi con un literato que por el caudal i atrevimiento de sus ideas se levante a’laltura de los escritores europeos, ni que en el estilo se liberte de la imitación seudo purista o del romanticismo trasnochado” (qtd. in Podestá 129). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 94 una tradición,” indica Thomas (462), quien, además, se figura a Palma tomando nota de cualquier “leyenda rara” que llegara a sus oídos para incluirla en su colección de tradiciones (468). Julio Ortega compara a Palma con el americano Mark Twain, y alaba que ambos “pararon la oreja ante lo que sus contemporáneos consideraban el basurero del lenguaje popular, y terminaron escribiendo como se hablaba y se debía escribir, emancipadamente, en Lima y en Florida.” Este autor, que ve en Palma a “un Guaman Poma de Ayala urbano,” recalca que “la oralidad está en todas partes,” y la describe como “la traza viva que deja el pasado; la palabra mágica que transparenta la historia; el eco del fragmentario discurso latente que es la colectividad” (xvii). Precisamente, en “Los incas ajedrecistas” Palma entra en materia utilizando la expresión “(s)e sabe, por tradición” (Palma, and Oviedo 426), lo que nos hace pensar que el origen de lo que cuenta a continuación -la costumbre de los conquistadores de reunirse todas las tardes en la prisión de Atahualpa- es indeterminado.67 Más relevante es lo que narra a partir de ese momento y, sobre todo, la fuente que supuestamente le provee dicha información: Allí, para los cinco nombrados y tres o cuatro más que no se mencionan en sucintos y curiosos apuntes (que a la vista tuvimos, consignados en rancio manuscrito que existió en la antigua Biblioteca nacional), funcionaban dos tableros, toscamente pintados, sobre la respectiva mesita de madera. (Palma, and Oviedo 426) 67 En concreto, Palma se refiere a “los capitanes Hernández de Soto, Juan de Rada, Francisco de Chávez, Blas de Atienza y el tesorero Riquelme” (426). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 95 Palma se refiere a unos “sucintos y curiosos apuntes” que, supuestamente, estuvieron archivados en la Biblioteca Nacional de Perú, en Lima, antes de que se produjera la ocupación de la misma por parte de las tropas chilenas durante la Guerra del Pacífico. La biblioteca, que habría llegado a recopilar en torno a cincuenta mil ejemplares antes del conflicto armado con Chile, acabó en ruinas y saqueada (Leavitt 350), y perdiendo documentos de gran valía como podrían haber sido ésos que menciona Palma. A día de hoy no puede garantizarse que dichos apuntes llegaran a existir realmente, y menos aún si se tiene presente lo que apostilla Thomas: “Palma manifestó a menudo a sus lectores la fuente de donde sacó detalles y citas, pero los engañó de vez en cuando” (462). Ante esta tesitura, juega a favor de Palma que fuera de dominio público que él había leído, casi sin descanso, todo lo que había llegado al alcance de sus manos y que es indiscutible que, no sólo durante el enfrentamiento con los chilenos, se perdió la pista de muchos manuscritos de la época colonial. Sin embargo, la ausencia de otras pruebas que demuestren la existencia de estos documentos y la reputación atribuida a Palma de libre recreador del pasado, invitan a ser cautos respecto a la veracidad de ese comentario y, por tanto, a dejar abierta la posibilidad de que dichos apuntes jamás existieran y que su mención en esta tradición se deba esencialmente a un doble propósito. En primer lugar, a su utilización como recurso metaficcional con el objetivo de dar la mayor veracidad posible a un relato que, como es sabido, tiene aspiraciones de narración histórica.68 Y en segundo lugar, a la necesidad del autor de añadir un nuevo argumento 68 Palma no es ni mucho menos el primer escritor que hace uso de este recurso literario. El mejor ejemplo podemos encontrarlo en Don Quijote de la Mancha, donde Miguel de Cervantes atribuye la verdadera Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 96 que reforzara aún más si cabe la reivindicación de sentimiento nacionalista que impera y sostiene esta narración. De hecho, aunque todas las miras de este relato están focalizadas en la denuncia contra la conquista española, Palma aviva el fuego del resentimiento popular peruano recuperando de algún modo lo sucedido con Chile, que en aquel momento era un enemigo más reciente en la historia de su país. En esta referencia a la pérdida de incalculable valor que, en términos de patrimonio histórico y cultural, supuso para el Perú la desaparición de tantos libros y manuscritos –no en vano, son pilares básicos en el forjamiento de la identidad de cualquier nación-, aprecio una lamentación muy personal por parte de Palma. La eliminación de tanto material bibliográfico fue un revés especialmente duro para él, que tanto uso hizo de los escritos existentes para compilar en sus Tradiciones peruanas lo más parecido a una enciclopedia histórica del Perú. Es por ello que, entre 1884 y 1912, realizó una labor encomiable al frente de la Biblioteca Nacional. Durante este tiempo, trabajó incansablemente por recuperar una biblioteca que había quedado seriamente desguarnecida tras la ocupación chilena. Como refleja Leawitt, “(n)o small part of Palma’s job was to call on his many friends and acquaintances both at home and abroad and ask them to send books to the library” (350). Es por ello que él mismo se autodefinió como un bibliotecario mendigo. En la irrupción de Atahualpa en “Los incas ajedrecistas,” Palma dibuja una escena muy sugestiva: una tarde, el rey inca, que hasta ese momento siempre se había autoría del libro a un escritor arábigo, Cide Hamete Benengeli, que, obviamente, resulta ser otro personaje de ficción en dicha novela. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 97 limitado a observar en silencio y en un segundo plano el desarrollo de las partidas que disputaban sus captores, intervino repentina e inesperadamente para ayudar a “su amigo y amparador” Hernando Soto, que estaba pasando serios apuros en un envite que disputaba frente a Riquelme:69 Pero una tarde, en las jugadas finales de una partida empañada entre Soto y Riquelme, hizo el ademán Hernando de Soto de movilizar el caballo, y el Inca, tocándole ligeramente en el brazo, le dijo en voz baja: - No capitán, no....¡El castillo!70 La sorpresa fue general, Hernando, después de breves segundos de meditación, puso en juego la torre, como le aconsejara Atahualpa, y pocas jugadas después sufría Riquelme inevitable mate. (Palma, and Oviedo 427) La complicidad de Atahualpa con Hernando de Soto no es casual, ya que va en sintonía con lo que publicó Antonio de Herrera a principios del siglo XVII en su anteriormente citada Historia General. Que a Holm no le resultara convincente este testimonio no significa que no tuviera valor para Palma, quien, seguramente, se inspiró en el mismo para dar forma a su historia y para transmitir una imagen -qué más da si ficticia o real- de respeto, cordialidad y paridad intelectual entre el rey inca y este conquistador: 69 Es preciso apuntar que es muy improbable que, en el momento de la creación de Los incas ajedrecistas, Palma conociera la existencia o el contenido de El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala. La fecha de publicación de su relato prácticamente se corresponde con el redescubrimiento del mismo por parte de Richard Pietschmann en 1908. 70 El castillo es una de las denominaciones posibles de la pieza que comúnmente se conoce como la torre. De hecho, en inglés esa figura recibe el nombre de “castle”, que se traduce como castillo en español. Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 98 Después de aquella tarde, y cediéndole siempre las piezas blancas, y al cabo de un par de meses el discípulo era ya digno del maestro jugaba de igual a igual.71 (427) Esta reacción que Palma adjudica a Atahualpa -“No capitán, no… ¡El castillo!”- es uno de los ingredientes esenciales en sus Tradiciones. Para Darío Puccini, dicha “inserción oral” (265) forma parte de “la doble oralidad” (266) que impera en estas obras.72 Cuando Puccini utiliza este concepto se refiere, por un lado, a las fuentes orales que Palma incluye en sus historias, y, por el otro, al “estilo oral” que caracteriza a sus relatos, cada uno de los cuales se asemeja a “una conversación ininterrumpida” (266): En efecto, lo que se tendría que estudiar en Palma es el hecho que no sólo utiliza la tradición oral de los abuelos, de la historia que se ha vuelto mito, de la interpretación oral de las crónicas, sino también que aun cuando utiliza la tradición escrita la traduce en algo que se parece a la tradición oral. Al fin y al cabo, su fantasía se enciende precisamente ante las posibilidades conversacionales del discurso narrativo. (267) Más adelante, cuando esta tradición se aproxima a su final, Palma vuelve a mencionar los apuntes de los que hipotéticamente se habría servido para componer este 71 No es ésta la primera ni la única vez que Palma utiliza el ajedrez para vincular las figuras de Hernando Soto y Atahualpa. De hecho, en una tradición que dedica a la figura de este conquistador pueden extraerse ideas que posteriormente se reproducirían en “Los incas ajedrecistas”: “Soto fué el primer español que habló con Atahualpa, en su carácter de embajador, mandado por dos Francisco al campamento del Inca, y logró de éste aceptase la invitación de pasar a Cajamarca. Atahualpa, en su prisión, tomó gran cariño por Hernando de Soto, en el cual vió siempre un defensor. Hernando de Soto era verdaderamente caballero, y tal vez el único corazón noble entre los ciento setenta españoles que apresaron al hijo del Sol. Aun es fama que este conquistador pasaba horas acompañando en su prisión al desventurado monarca y enseñándole a jugar al ajedrez. El discípulo llegó a aventajar al maestro” (R. Palma, and E. Palma 10-11). 72 Puccini argumenta que es “casi imposible” definir “un modelo standard” en las tradiciones de Ricardo Palma, aunque detecta una serie de “ingredientes” que son comunes a todos los relatos de este tipo que llevan su firma. Los más comunes y relevantes serían “el uso de la historia y de la crónica, el cuento oral, el chiste, el refrán, el diálogo, la digresión, la referencia o cita ajena, la repetición, las pausas y las autocensuras” (263-64). Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 99 relato. Además, incluye un segundo testimonio directo de Atahualpa, quien reacciona humildemente ante la mano que le tienden los españoles. Éstos, tras comprobar su habilidad para jugar al ajedrez, pasan a considerarlo como uno de los suyos: Comentábase, en los apuntes a que me referido que los otros ajedrecistas españoles, con excepción de Riquelme invitaron al Inca; pero éste se excusó siempre de aceptar, diciéndoles por medio del intérprete Filipillo: -¡Yo juego muy poquito y vuestra merced juega mucho! (427) En este extracto, Palma introduce un nuevo personaje, el intérprete Felipillo, dándole un rol protagónico en la relación que el rey inca habría mantenido con sus captores y, en cierta medida, desdiciendo a Herrera, quien, con tal de ensalzar la figura de Atahualpa, también escribe que “hablaba admirablemente, y preguntaba cosas donosas, y agudas” (qtd. in Holm 96). Sin embargo, éste no deja de ser un asunto menor para esta investigación, que encuentra mucha más sustancia en la retrato del monarca indígena como persona rebosante de discreción y humildad. Si en la primera intervención de Atahualpa, Palma ya precisa que el inca interrumpe a Soto “tocándole ligeramente el brazo” y hablándole “en voz baja,” en esta segunda el autor insiste en destacar su mesura al poner en su boca ese “(y)o juego muy poquito y vuestra merced mucho.” Por medio de este diálogo, Palma quiere establecer una clara oposición entre la (supuesta) nobleza consustancial a los incas y la agresividad estereotipada de los españoles, quienes se entregaban al juego de forma continuada, generalizada y normalmente desmesurada. Esta manifiesta diferenciación antecede al último párrafo Texas Tech University, Juan Morilla Romero, May 2016 100 del relato, en el que Palma vuelve a remitirse a la “tradición popular” peruana y a lo que “(d)ice el pueblo” para anunciar el desenlace de su historia, que es también el de la vida de Atahualpa: La tradición popular asegura que el Inca no habría sido condenado a muerte si hubiera permanecido ignorante en el ajedrez. Dice el pueblo que Atahualpa pagó con su vida el mate que por su consejo de veinticuatro jueces, consejo convocado por Pizarro, se impuso a Atahualpa la pena de muerte por trece votos contra once. Riquelme fue de los trece que suscribieron la sentencia. (427) “Los incas ajedrecistas” sigue la estructura narrativa que, según Ángel Flores, se repite en la mayoría de las tradiciones y que está formada por tres partes claramente diferenciadas. En el primer sector, Palma tiende a presentar una historia con la que “pinta el ambiente.” En el caso del relato que nos ocupa, Palma dedica los dos primeros párrafos para referirse a la tradición ajedrecística que existía en la península ibérica desde la invasión musulmana de sus territorios y a la llegada del juego a América por medio de los conquistadores españoles. Según Flores, la segunda parte suele quedar reservada al “consabido parrafillo histórico donde se proporcionan los datos ciertos que dan verosimilitud al relato” y que es “una digresión histórica que sirve como punto de apoyo para que la imaginación vuele después.” En este texto, dicha función la cumplen las referencias que hace al primer libro de ajedrez que llegó al Perú –Invención liberal del arte de axedrez, de Ruy López de Segura-, y a lo escrito por Jiménez de la Espada, quien hizo públicas las constantes distracciones del primer arzobispo de Lima, fray Jerónimo de Loaiza, por culpa del ajedrez. Por último, en el tercer bloque, que “redondea cada historia,” era común encontrar una anécdota “introduciendo diálogos,