Friday, November 9, 2012

La Agonía de la Gran Tortuga de Barro (Un Cuento Poético)


 Por el Dr. Dennis L. Siluk






I


Una gran tortuga levantó su cabeza
—desde las oscuras pero carmesí entrañas de la tierra—
su cabeza como de piedra
con una larga lengua venenosa colgada
y sus ojos grises profundos en desesperación
miraron fijamente, sólo miraron fijamente.

     “Crueles, celosos y egoístas son los hombres”,
dijo ella con una sonrisa fallida…
Su cuerpo exterior (su caparazón),
estaba carbonizado por el intenso calor de la tierra.

     “¿Cuáles son tus penas?”,
preguntó el hombre a esta gigantesca figura.

La  Gran Tortuga de Barro respondió:
     “No puedo sostener o equilibrar el mundo.
 ¡Ya no! Hay demasiado concreto,
calles, edificios, guerras, bombas;
el cambio de equilibrio en todo el mundo,
está rompiendo mi espalda,
está penetrando en mi escondite,
está atormentando mi carácter
y no quiero ser obligada a la opresión”.

Pero a los hombres en la tierra
no les importaría aunque preguntarían otra vez
¿Por qué?


II

     “El amor no se busca a sí mismo para complacer
ni se interesa por sí mismo; y yo,
yo te he amado incluso mientras estaba desesperado
(porque la tierra y el hombre están vinculados como uno,
yo, bien, soy sólo una tortuga de barro,
observadora del equilibrio entre el hombre y la tierra,
porque la tierra y yo estamos vinculados,
porque la tierra es lodo y el hombre es tierra,
todos nosotros somos uno)
Bueno, sí—tú ves—te he amado,
yo te he amado incluso mientras estaba desesperado
incluso mientras estaba pisoteado por tus pesados pies,
y tú aún, sólo buscabas complacerte a ti mismo,
aún durante la pérdida de otro; así,
la vida para el hombre no es sagrada,
es sólo él: a pesar del cielo o el infierno,
él no se doblega”.

(La vieja tortuga tomó un suspiro profundo,
ella estaba exhausta y después continuó:)

     “A él le dieron la primavera para disfrutar,
mañanas dulces para sobrellevar,
flores para cultivar alrededor y embellecer.
¿No siembra él sus noches para dormir?
¿No ara él  sus sueños sin tristeza?
Esto, mi amigo, es debido al equilibrio,
yo,  la luna,  el sol,  la tierra,  el cielo
e incluso el infierno, ya que el cielo
elimina sus pesadillas”.



III


Después de escuchar esto,
 los hombres de la tierra,
soltaron a la Gran Tortuga de Barro,
de sus cadenas atadoras (en nombre de la libertad)
esperando que ella recuperara su satisfacción
pero ella se fue para no encontrarla,
y por eso, el equilibrio de la tierra
se tambaleó de un lado a otro,
fuera de sus ejes, y,
terremotos, huracanes, actividades volcánicas
y mucho, mucho más, llamados desastres naturales,
prevalecieron alrededor del globo
(los glaciares se derritieron, las montañas se cayeron,
los océanos rugieron y el cielo ardió como infierno)
y entonces, entonces el hombre supo,
que él se había maldecido a sí mismo,
por tal labor imprudente…
desencadenando a la  Gran Tortuga de Barro,
llamándola el Diablo,
entonces vino el invierno eterno,
no hubo calor  en el aire,
ni tampoco las lluvia cayeron,
para espanto del hombre…!


IV

Un profeta vino sobre la tierra
(en su penoso séptimo invierno)
y dijo al hombre:
     “Debajo de uno de aquellos árboles
allá en los bosques inmensos
(apuntando hacia los grandes bosques)
según lo sé, ¡hay una pequeña tortuga joven!,
quien no sabe de tu daño,
de tu corazón ni de tu creciente desesperación…
Te llevaré hacia el árbol:
¡Te mostraré dónde está!”

Preguntó el hombre lleno de enfado y odio,
     “¿Es esta tortuga hijo de la Gran Tortuga de Barro?
Pero el viejo profeta
no respondió y continuó:


     “Como te iba diciendo,
es mejor que tú encuentres a esta tortuga joven,
ella tiene los medios para equilibrar la tierra
(ya que ella tiene esa caparazón resistente),
aunque ella no sabe esto,
pero esto será para ti y para ella,
algo que tendrán que trabajarlo juntos”.

Pero el orgullo del hombre
era fuerte —como un león—
y  su corazón estaba lleno de enojo.

Así, ellos ahorcaron al viejo profeta,
donde estuvo…¡desgraciadamente!
Difíciles fueron los tiempos
a partir de entonces.

Y llegó a pasar que los hombres
se extinguieron de la faz de la tierra
y desde sus tumbas todo lo que podían ver
(sus cadáveres, sus espíritus, sus esqueletos,
sus ojos llenos  de cenizas, sus residuos)
todo lo que podían ver era:
piedras y más piedras, azufre,
escombros, ríos y lagos secos;
océanos secos y una tortuga de barro
caminando con su hijo.