Por el Dr. Dennis L. Siluk
I
Una gran tortuga
levantó su cabeza
—desde las oscuras
pero carmesí entrañas de la tierra—
su cabeza como de
piedra
con una larga
lengua venenosa colgada
y sus ojos grises
profundos en desesperación
miraron fijamente,
sólo miraron fijamente.
“Crueles, celosos y egoístas son los
hombres”,
dijo ella con una
sonrisa fallida…
Su cuerpo exterior
(su caparazón),
estaba carbonizado por
el intenso calor de la tierra.
“¿Cuáles son tus penas?”,
preguntó el hombre
a esta gigantesca figura.
“No puedo sostener o equilibrar el mundo.
¡Ya no! Hay demasiado concreto,
calles, edificios,
guerras, bombas;
el cambio de
equilibrio en todo el mundo,
está rompiendo mi
espalda,
está penetrando en
mi escondite,
está atormentando
mi carácter
y no quiero ser
obligada a la opresión”.
Pero a los hombres en
la tierra
no les importaría aunque
preguntarían otra vez
¿Por qué?
II
“El amor no se busca a sí mismo para
complacer
ni se interesa por sí
mismo; y yo,
yo te he amado
incluso mientras estaba desesperado
(porque la tierra y
el hombre están vinculados como uno,
yo, bien, soy sólo
una tortuga de barro,
observadora del
equilibrio entre el hombre y la tierra,
porque la tierra y
yo estamos vinculados,
porque la tierra es
lodo y el hombre es tierra,
todos nosotros
somos uno)
Bueno, sí—tú ves—te
he amado,
yo te he amado
incluso mientras estaba desesperado
incluso mientras
estaba pisoteado por tus pesados pies,
y tú aún, sólo
buscabas complacerte a ti mismo,
aún durante la
pérdida de otro; así,
la vida para el
hombre no es sagrada,
es sólo él: a pesar
del cielo o el infierno,
él no se doblega”.
(La vieja tortuga tomó un
suspiro profundo,
ella estaba exhausta y después
continuó:)
“A él le dieron la primavera para
disfrutar,
mañanas dulces para
sobrellevar,
flores para cultivar alrededor
y embellecer.
¿No siembra él sus noches para
dormir?
¿No ara él sus sueños sin tristeza?
Esto, mi amigo, es debido al
equilibrio,
yo, la luna,
el sol, la tierra, el cielo
e incluso el infierno, ya que
el cielo
elimina sus pesadillas”.
III
Después de escuchar
esto,
los hombres de la tierra,
soltaron a la Gran
Tortuga de Barro,
de sus cadenas
atadoras (en nombre de la libertad)
esperando que ella
recuperara su satisfacción
pero ella se fue
para no encontrarla,
y por eso, el
equilibrio de la tierra
se tambaleó de un
lado a otro,
fuera de sus ejes,
y,
terremotos,
huracanes, actividades volcánicas
y mucho, mucho más,
llamados desastres naturales,
prevalecieron
alrededor del globo
(los glaciares se
derritieron, las montañas se cayeron,
los océanos
rugieron y el cielo ardió como infierno)
y entonces,
entonces el hombre supo,
que él se había
maldecido a sí mismo,
por tal labor
imprudente…
desencadenando a la Gran Tortuga de Barro,
llamándola el
Diablo,
entonces vino el
invierno eterno,
no hubo calor en el aire,
ni tampoco las
lluvia cayeron,
para espanto del
hombre…!
IV
Un profeta vino
sobre la tierra
(en su penoso
séptimo invierno)
y dijo al hombre:
“Debajo de uno de aquellos árboles
allá en los bosques
inmensos
(apuntando hacia
los grandes bosques)
según lo sé, ¡hay
una pequeña tortuga joven!,
quien no sabe de tu
daño,
de tu corazón ni de
tu creciente desesperación…
Te llevaré hacia el
árbol:
¡Te mostraré dónde
está!”
Preguntó el hombre
lleno de enfado y odio,
“¿Es esta tortuga hijo de la Gran Tortuga de Barro?
Pero el viejo
profeta
no respondió y
continuó:
“Como te iba diciendo,
es mejor que tú encuentres a
esta tortuga joven,
ella tiene los medios para
equilibrar la tierra
(ya que ella tiene esa
caparazón resistente),
aunque ella no sabe esto,
pero esto será para ti y para
ella,
algo que tendrán que
trabajarlo juntos”.
Pero el orgullo del hombre
era fuerte —como un león—
y su corazón estaba lleno de enojo.
Así, ellos ahorcaron al viejo
profeta,
donde
estuvo…¡desgraciadamente!
Difíciles fueron los tiempos
a partir de entonces.
Y llegó a pasar que los
hombres
se extinguieron de la faz de
la tierra
y desde sus tumbas todo lo que
podían ver
(sus cadáveres, sus espíritus,
sus esqueletos,
sus ojos llenos de cenizas, sus residuos)
todo lo que podían ver era:
piedras y más piedras, azufre,
escombros, ríos y lagos secos;
océanos secos y una tortuga de
barro
caminando con su hijo.