This following
story was inspired by a woman who actually lived in Huancayo , Peru ,
in the 1960s thru the 1980s, a real person, whom roamed the streets and one day
disappeared. The author talked to
several people who knew, and saw her, concerning her before writing the poem.
The drawing was taken from a real photograph of her by the historical society
of Huancayo, by the author.
English Version
Ode to:
(A tribute)
And so it was Victoria
the Mad who had long black-colored hair:
a torn
dark dress she wore, worn thin with hanging threads, a black cord for a belt…
—walking hastily here and there, often in the City’s
square, the
Plaza de
Arms
Had become, a lost ewe—her thin young face wind-burnt,
aged before her time.
“Who’s
that?”
“Victoria
the Mad” they’d say; a tin can in her hand, for: soup, coffee or a handout—
The joy that once lived in her face was long gone, she
walked
about as
if she was deaf and dumb, with forward eyes
And a lifted head, delicate lips that seldom got fed.
It was as if the devil himself coiled his horns into
her brain!
And those who saw her neither looked back nor
edged
forward.
And this day as like many days, a child of ten ran by,
she snatched at his
sandwich,
she offered no threat
“Oh please, oh please,” she begged meek as a ewe.
“You let her alone,
you’ll get hurt,” the mother wailed at the
boy,
“she’s mad!”
She thanked him, and her mind followed more quietly.
The little black haired boy, said gently to his
mother, “Remember the good Samaritan?”
She answered, “Her kind, work on your the kindness of
others, oh yes,
remember
that too!”
The friendly boy and his mother moved out of the
Plaza de
Arms, and Victoria
like a hungry ewe ate her Food “Good-by, good-by,” she said as she kept
northward,
sniffing,
talking to herself.
In the evening she found a hollow opening, under a
bridge,
it was
summer, and the grass was warm.
She laughed and was glad, she undid a bundle of this
and
that, and
shared her bread with some mice and birds—Dividing it three ways, she kept the
crust.
“I can even eat grass,” she told the birds “I’ve done
it before,”
and they
came close and stood by her, and she drank Water from the tin can she had,
filled it from the creek
underneath the bridge.
“We have to go on,” she whispered, sobbing with fear
as if
talking to herself, or the birds.
“Why do I have
to be like this?” she mumbled.
A halved moon had arisen over the bridge, she touched
her
knotted
hair, a mist from the nearby river came, up Stream.
She stared at the old stones that held the bridge
together,
she was
restless, and heard noises, awaiting dawn.
In the morning—like so many mornings, little clouds
drifted
overhead,
sunrise, she lifted her thin boned body up
And followed the stream very slowly, looking for
garbage in
canisters, nibbling on thrown away chicken bones, left, Sucking the
bones dry; leaving her numberless footprints
behind.
She made an inarticulate bird like cry, and the birds
in a
Eucalyptus tree, scrambled…they dashed over her head!
She eyed curiously a young man’s face, her parted lips
cracked
by the sun and wind…she was daydreaming!
A woman looked out her second storey apartment window
Said: “The poor thing,” and threw a piece of meat down
to the
dog,
“there now,” she said, “find the food.”
and
perhaps more, anxiously avoiding traveled roads, and hiding herself from
people, now and then, and in later Years more often.
She became a toothless tramp, with grinding pang in
her
back,
Between agony and before exhaustion, one day, she
within
her habitual
habitats, simply up and
vanished,
disappeared…!
Note: This
story was inspired by a woman who actually lived in Huancayo , Peru ,
in the 1960s thru the 1980s, a real person, whom roamed the streets and one day
disappeared. The author talked to
several people who knew, and saw her, concerning her before writing the poem.
The drawing was taken from a real photograph of her by the historical society
of Huancayo, by the author.
#3329 (4-22-2012)
Spanish Version
Oda a:
(Un Tributo)
Y así
fue que La Loca Victoria ,
quien tenía cabellos largo y negro:
se había vuelto una oveja
perdida, su delgada cara joven quemada
por el viento, envejeció antes de su tiempo.
—Ella vestía un viejo vestido oscuro,
desgarrado con tiras colgadas y un cordón negro por correa…
caminando precipitadamente de
aquí para allá, a menudo en el parque de la ciudad, en la Plaza de Armas—
“¿Quién es esa?”
“La Loca Victoria ” ellos decían;
una lata en su mano, para sopa, café o para
una limosna.
La alegría que una vez hubo en su
cara, había desaparecido hacía tiempo,
ella caminaba alrededor como si fuera
sorda y muda, con mirada hacia delante y una cabeza erguida, labios delicados
que pocas veces era alimentado.
¡Era como si el mismo diablo
hubiera enroscado sus cuernos en su cerebro!
Y aquellos que la vieron no volteaban
la mirada ni tampoco
se acercaban.
Y este día como muchos otros, un
niño de diez años corrió por su lado,
ella le arrebató su sándwich, ella no era peligrosa.
“Oh, por favor, por favor” ella
rogaba, mansa como una oveja.
“Tú déjala en paz, o serás
lastimado” la madre le gritó al niño,
“¡Ella está loca!”
Ella le agradeció a él, y su
mente la siguió más silenciosamente.
El niñito de cabellos negros,
dijo gentilmente a su madre, “¿Te
acuerdas del Buen Samaritano?”
Ella contestó, “Su clase, trabaja
en la bondad de los de tu clase, o sí,
recuerda eso también”
El amable niño y su madre se
alejaron de la
Plaza de Armas, y Victoria como una oveja
hambrienta comió su comida, “adiós, adiós”, ella dijo mientras se dirigía hacia
el norte,
inhalando, hablando a si misma.
En la noche ella encontró un
hueco, bajo un puente,
era verano, y el pasto estaba tibio.
Ella rió, estaba feliz, ella
deshizo un bulto de esto y
aquello, y compartió su pan con algunos
ratones y pájaros—dividiéndolo en tres partes, ella se quedó con la miga.
“Puedo incluso comer pasto”, ella
le dijo a los pájaros, “Lo he hecho antes”,
y ellos se acercaron y estuvieron cerca a
ella, y ella bebió el agua de la lata
que tenía, llenada del riachuelo
que pasaba debajo del puente.
“Tenemos que continuar” ella
susurró, sollozando con temor
como si hablando consigo misma, o con los
pájaros.
“¿Por qué tengo que ser así?”
ella musitó.
La media luna se había levantado
sobre el puente, ella se agarró
su cabello enredado, una neblina del río
cercano llegó.
Ella miró fijamente a las viejas piedras
que sostenían el puente,
Ella estaba inquieta, y oía ruidos, aguardando
el amanecer.
En la mañana—como otras tantas
mañanas, nubecitas se movieron
arriba, amaneció, ella levantó su
esquelético cuerpo
y siguió al riachuelo muy
lentamente, buscando basura en
latas, mordisqueando huesos de pollo
botados, dejados, chupando los huesos y
dejándolos secos; dejando sus innumerables huellas
detrás.
Ella hizo un sonido como un
llanto inarticulado de pájaro, y los pájaros en un
árbol de eucalipto, revolotearon… ¡ellos
volaron encima de su cabeza!
Ella curiosamente miró la cara de
un joven, sus labios partidos
por el sol y el viento… ¡ella estaba
soñando despierta!
Una mujer miró por la ventana de
su departamento en el segundo piso
Dijo: “pobrecita”, y tiró un
trozo de carne abajo para el
perro, “ahora allí” ella dijo, “encuentra
la comida”.
Victoria vivió en Huancayo, Perú,
por casi treinta años,
y talvez más, ansiosamente evitando
caminos concurridos, y escondiéndose
de la gente, de vez en cuando, y
más frecuentemente en los últimos años.
Ella se convirtió en una
vagabunda desdentada, con una espina sobre su
espalda,
Entre agonía y antes del
agotamiento, una día, ella dentro de
habitual hábitat, repentinamente
¡se esfumó, desapareció…!
Nota:
Esta historia fue inspirada por una mujer que realmente vivió en Huancayo,
Perú, entre 1960 y 1980, una persona real, que deambulada por las calles y un
día desapareció. Antes de escribir este poema, el autor conversó, acerca de
ella, con varias personas que la conocieron y la vieron. El dibujo fue hecho por el autor, de una
fotografía de Victoria que se exhibía en la Municipalidad de
Huancayo. #3329
(22-Abril-2012)